Con el poeta Carlos Pardo

    03 nov 2020 / 12:44 H.
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    Nace en Madrid en 1975, es escritor y gestor cultural, entre su obra poética figuran libros como El invernadero (1995), Desvelo sin paisaje (2002), Echado a perder (2007), Hacer pie (2011),​Los allanadores (2015).

    Muestra precariedad, desasosiego, desazón o resistencia; se apoya en ocasiones diferente al realismo en la sinécdoque, la elipsis, la fragmentariedad, la ironía o el tropo no acumulado.

    Echado a perder (2007) es un libro que expone la ineficacia de la palabra, según Alessandro Mistrorigo en Rassegna iberística. El acto de escribir es una paradoja en un estado de crisis. Lo que destaca en Carlos Pardo es un equilibro azaroso entre las costumbres que protegen y la irrupción de lo imprevisto. Si el núcleo de la existencia es el amor, se plasma el día a día, las pequeñas contradicciones y los aislamientos momentáneos, que atajan el fluir irreversible del tiempo y da lugar al acontecimiento. Es en este horizonte donde se insertan la ironía y el diálogo intertextual con la literatura anterior.: /A ti y a mí/ bajo el caparazón de un cielo rosa/ nos cuida el siglo XXI:/ cónsules de la retaguardia,/ altivos aranceles del amor aduanero./ El alma en su paisaje/ filosofa; es el tacto/ quien nos da la razón/.

    La ironía, esa marca tan evidente en toda su obra poética, en Los allanadores (2015) no solo es un recurso útil y puntual para tal o cual poema, sino un elemento orgánico del poemario, como indica Juan Carlos Sierra Freire en Paraíso: revista de poesía. La senda se halla en la contradicción, en lo paradójico, en los opuestos armónicos. El escribir no ordena el caos del mundo, sino que es parte de sus disonancias. Ya desde el primer poema, Antropología, el libro es tendente al cuestionamiento, a la sospecha: /Cambian los mitos pero ésta/ sigue siendo la tierra/ donde florece el limonero/ a pesar de que nadie lo encuentre significativo.../. Compasivamente se acerca a lo autobiográfico, es decir, al amor y al cuidado de los padres enfermos desde sus contradicciones, así en Lejía dice: /Hemos dejado fluir el tiempo/ sin anotarlo, /como si nuestra educativa vida juntos/ no mereciera más que un parecido:/ el chorro que se escurre/ en los portales/ de las casas del centro/ cada día/ y deja un rastro demasiado oloroso/y molesto, para algunos, /de pureza./.

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