Con cara larga de John Wayne

01 oct 2016 / 11:57 H.

La cruenta guerra civil del PSOE no dejará rehenes, así que la travesía en el desierto será larga, penosa y en el camino quedarán válidos peones abrasados por la fugacidad del fenómeno Pedro Sánchez. El espectáculo de estos días en Ferraz deja una herida abierta que tardará mucho en sanar porque cada nueva intervención despeja la calle para que se produzca el duelo definitivo. Tiroteo en el O. K. Corral. Nadie quiere poner un torniquete, es ahora o nunca creen. Con cada huida hacia adelante, con cada escaramuza, Pedro Sánchez mantuvo las riendas del partido, pero cada vez más desbocado y más separado de unos barones que nunca lo sintieron como propio. El PSOE pierde más de la mitad de su votos entre 2008 y 2016, una sangría en la que el secretario general tendrá algo que decir. Su falta de claridad, su enrocamiento con su núcleo duro para proponerse como candidato a la presidencia fue el primer pecado de juventud y a partir de esa primera deslealtad a Pedro “el guapo” se le acabó la buena estrella. Esta semana, el mismísimo Felipe González lo arrojó a los pies de los caballos. Otra mentira, según el gran jefe blanco, esta vez en cuanto a una supuesta abstención que no llegó. En este desatinado último capítulo, Sánchez pretende ser Gary Cooper en “Solo ante el peligro”, no quiere entregar la estrella de “sheriff” porque quiere prestar un último servicio a la causa: Desenmascarar ante la militancia a los cuatreros que son la avanzadilla del Ibex. A los que prefieren otros cuatro años de Rajoy frente al reducido grupo de “por Dios, Pedro no. Sé fuerte”. El minimalismo ideológico debe ser esto. Como argumento esgrimido no está alejado de la línea que traza en el suelo la reina catódica Belén Esteban cuando dirime sus problemas en la calle: O conmigo o contra mí. Y es que a Pedro se le está poniendo “cara larga de Jonh Wayne”, que canta Quique González. Avinagrado, tenso, desenfunda a las primeras de cambio, cuando tocaba guarecerse en los cuarteles de otoño —aunque solo fuera para velar los cadáveres aún frescos de las últimas elecciones en el País Vasco y en Galicia— arremete contra cualquier emisario de los barones. Pero cuando las personas están acorraladas, rige la furia, porque el sentido común está pidiendo una ronda más en la cantina. Ahora como buena película del género, el enterrador está tomando las medidas de Sánchez, otro finado más como secretario general del PSOE. Pero conviene no apresurarse porque tal como están los inescrutables estatutos del partido, el espectáculo puede continuar y, sobre todo, si de estrategia política hablamos, el que se quede con el papel de enterrador acabará oliendo a muerto y eso la militancia lo detecta. Y esa militancia que lo aupó en unas primarias, esa que no está a las órdenes de nadie, que mira la secuencia y a los personajes de la trama, cabalga a otro ritmo. Difícil discernir con qué moraleja de la película se va a quedar. Atrincherado desde el refugio de la sede socialista, negando el pan y la sal a los que hasta hace unos días eran compañeros y, ahora, en el mejor de los casos, son otra cosa. Desde el feudo donde el PSOE guarda las esencias de su partido, la figura de Susana Díaz emerge para zurcir un partido descosido, roto. La apuesta ya no puede demorarse y no, precisamente, para ser cola, sino cabeza visible. ¿Más vale ser cabeza de ratón que cola de león? En pleno huracán interno no es el mejor momento para dar el salto, pero todo no se puede planificar al detalle. En suelo jiennense, la guerra de la basura denota que el buen rollo institucional entre Ayuntamiento y Diputación era flor de un día. La química personal no sirve de combustible, por ejemplo, para echar a andar el tranvía. A priori, y teniendo en cuenta las pocas opciones económicas y de gestión que tiene el Ayuntamiento, su escalada verbal tiene más de bravuconería que de ganas de pelea. A Javier Márquez le conviene fumarse la pipa de la paz con Francisco Reyes. Desde el Tranco, con amor.