Como los cangrejos

16 jun 2022 / 16:30 H.
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Suele decirse que los cangrejos van hacia atrás, pero en realidad van de lado. Hago esta aclaración de antemano porque el mundo piensa una cosa cuando en realidad es otra. Se parece, sí, pero no es lo mismo. En política, y se nos repite hasta el hartazgo, todos son iguales, pero no, aunque a veces nos vendan a los cangrejos como que caminan hacia atrás. Tienen la fama... Y luego ya se sabe. No hay duda de que estamos ante un momento muy delicado. Pero, como diría mi primo, ¿qué momento no lo es? Sin embargo, no sé si, como quieren hacernos creer, la realidad española se halla tan polarizada como la pintan. Tendrían que asomarse por ahí, por otros países, aunque hay demasiada gente, con sucios intereses, pringada de poder, a la que le interesa corear y asegurar hasta la saciedad que el ambiente está muy mal y que la vida política es irrespirable. ¿Con quién nos comparamos? Si observamos las maneras de hacer que hay por ejemplo en Alemania o cualquier país centroeuropeo o nórdico, ahí las cosas poseen otro color. Mejor dicho, no hay color. No tienen problemas en bloquear a la extrema derecha, con tal de que sigan aplicándose medidas sociales y progresistas, siempre de corte liberal; pero aquí en España, con esta derecha rancia y ultramontana, que es de donde ha salido esta ralea de Vox, y más especialmente con esta derecha andaluza de capillitas y cofrades, aquí, desde luego, poco tienen que hacer los pactos por la unidad democrática, por la regeneración política, los cordones sanitarios ante el fascismo, etcétera. Se diría que les gusta. Babean. Se relamen. Porque lo natural va a ser —y lo vamos a ver muy prontito— que el bueno de Moreno Bonilla se complazca a partir de la semana que viene en que lo elijan presidente con el apoyo y anuencia de lo peor de lo peor. El bueno de Bonilla. Lo demás, el calor, ¿qué más da? Mucho se habla del cambio climático, y no voy a ser yo quien lo niegue, pero mi vecino dice que siempre hizo calores en junio, y que él recuerda meses de junio ardiendo, chorreando vivo, desde que era pequeño (tiene ya cerca de ochenta), y que no le extrañan para nada estas temperaturas... Cuando él era un zagal no había cambio climático ni nada, qué leches en vinagre, y ahora, según él, lo que hay es mucho flojo, gente que no quiere dar el callo, porque cuando se quiere trabajar, como él hacía, se ponía su sombrero, con sus dos brazos, y a ver quién le ganaba en el tajo, pero... dónde va a parar, ahora la gente joven no tiene sangre, ¡jugo de remolacha en las venas es lo que tiene!, y se pone muy blanda... que los jóvenes, lo que no quieren, es dar ni golpe. Tantos derechos y tan pocos deberes. ¡A esos que hay en el paro, cobrando la sopa boba, él le daba un pico y una pala! ¿Refrescos? ¿Fantas? ¿Coca-colas? Agua del botijo, de toda la vida, a la sombra, que antes no había nevera, ni falta que nos hacía... Cosas así cacarea mi vecino, que se quitó la careta hace poco y se confiesa abiertamente de Vox. ¡Siete Francos es lo que necesitamos! ¡Si apareciera con veinte años...!, insiste. Él no está indeciso, y abiertamente airea sus desavenencias con las autonomías, que le parecen un gasto de dinero innecesario para tanto socialista, que quién lo diría... Y en esto podría resumirse la historia de mi vecino, que nunca ha caminado hacia atrás, pero como puede verse camina de lado. Como los cangrejos.

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