Colmillos retorcidos

13 ene 2022 / 15:27 H.
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Las declaraciones de Alberto Garzón sobre las macrogranjas se suman a las ya expresadas el año pasado cuando arguyó que había que comer menos carne. Menos y de más calidad, se entiende. Que estamos sobrealimentados no es ninguna novedad. Pero que a una sociedad como la española, que sufrió no hace tanto esa transformación antropológica que va del hambre a tener el frigorífico a rebosar, se le diga que debe comer menos carne, no son declaraciones populares, por decirlo suavemente. Y no solo para los que poseen un nivel adquisitivo más alto, los más ricos, sino para esa masa ávida que se pirra por llenar hasta las manecillas el carrillo de la compra en el hipermercado. Eso ahí no cuadra. Se entiende que, como ministro de Consumo, se preocupe por la salud de los ciudadanos, por lo que consumimos y por nuestra alimentación, igual que por cuestiones ecológicas más que consabidas como las emisiones de metano y amoniaco, los malos olores, la calidad del agua que bebemos u otros problemas derivados de la ganadería intensiva. Pero aunque las afirmaciones del ministro vayan en consonancia con las medidas y directrices más progresistas europeas, encaminadas a una dieta saludable, hay que reconocer que no es oportuno que nos vengan ahora con rebajas a los que apenas hace dos días hemos dejado de pasar hambre. Famélica legión, cantaban antes las hordas prosoviéticas, no sé si lo recuerda el ministro. Eso no se debe —ni se puede— decir en público, y más desde un cargo tan relevante como él ocupa, con la responsabilidad económica —lo social o la salud van después— que conlleva. Ni él ni nadie.

Ahora bien, de sobra es también conocida la inteligencia de los cerdos, pero no de algunos gerifaltes políticos, pues no dudan en hacer leña del árbol caído. ¡Que san Martín los pille confesados! Como digo, a pesar de que el señor Garzón, militante del jurásico PCE y líder de la vetusta IU, sea un especialista contumaz en realizar manifestaciones extemporáneas, enarbolando las causas perdidas y la justicia universal, con lo poco de moda que está ya todo eso, la escalada demagógica a la que estamos asistiendo, con la extrema derecha marcando el paso de la derecha, se ha vuelto inaceptable. Sacar de contexto las palabras del ministro para atizar por donde más duele a la coalición de gobierno del Ejecutivo, es decir, por la parte de Podemos y especialmente por la de Garzón, su representante comunista, no responde más que a una táctica de desgaste evidente. El señor ministro debería saberlo y no darles pábulo. O pienso.

Los cerdos se hallan entre las cuatro especies más inteligentes del planeta, por delante incluso de los perros. Su nivel de inteligencia cognitiva les permite reconocer sus nombres, obedecer órdenes y utilizar espejos para encontrar comida. Pero parece que a algunos dirigentes políticos con los colmillos retorcidos como verracos, chapoteando en el lodo y revolcándose en su charco, les encanta atacar por el flanco más débil en innoble lucha dialéctica, con afirmaciones populistas y falacias sobre nuestra carne, como si se estuviera prohibiendo comer carne. ¿Estaremos mutando? ¿O son cerdos voladores? Las noticias de estos días nos cuentan que existe algún ser humano con corazón —genéticamente modificado— de cerdo, pero lo que está claro es que hay mucho individuo por ahí circulando que no ha necesitado trasplante.

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