Ciudades imposibles

A tres días de las elecciones municipales no sé qué ciudad comprar de entre todas las que nos ofrecen los programas electorales. Algunas son tan imposibles como las que describe Ítalo Calvino en “Las ciudades invisibles”, donde hay una ciudad microscópica que se ensancha de forma concéntrica, una ciudad telaraña suspendida sobre un abismo... o Eutropia que permanece idéntica a sí misma pues Mercurio, dios de los volubles, a quien está consagrada, cumplió ese ambiguo milagro. Pero la realidad de las ciudades es que el capitalismo ya ha ganado en ellas, y los coletazos del Estado del Bienestar dejan al descubierto sus estructuras de desigualdad. Desigualdad no como un efecto adverso del liberalismo, sino como un objetivo principal y un requisito imprescindible del mercado de trabajo. Así, la búsqueda de rentabilidad en las megaciudades, con alquileres inverosímiles y un turismo desaforado, expulsa a quien no puede pagar. Y en las ciudades de los quince minutos, donde todo es cercano y amable, la falta de oportunidades tampoco retiene a sus vecinos. Lo cierto es que algunas desigualdades se corresponden tanto con el devenir de nuestra propia ciudad, que no las vemos. Será que son invisibles.