Circo romano

    13 jun 2019 / 09:09 H.

    Creíamos que habían desaparecido tras las cortinas del tiempo. Apenas como un recuerdo de las películas de la infancia de otro siglo. Pobres cristianos que imploraban ante las fauces de las fieras la misericordia de un sordo redentor, mientras en ese dulce tránsito hacia una muerte cruel, el pueblo de Roma vociferaba con regocijo por el magnífico espectáculo que le brindaba el gélido emperador de turno. Extraño que esa concesión a la nostalgia me lleve a pensar que en el fondo las cosas no han variado excesivamente con el paso de los siglos. Claro está, ya no es necesario acudir al circo de los indolentes romanos, ni arrojar cautivos desdichados a los leones. Hoy todo se hace a golpe de una televisión que sigue explotando a quienes venden su vida privada por una bolsa de euros. Medios y redes que se arrogan el privilegio de condenar o absolver —pulgar abajo o arriba— a los infelices que han cometido un pecado, al parecer, imperdonable y mortal para su dignidad. Entre tanto, siempre hay un público, bien educado en lecciones de morbo, que observa indiferente y desde el cómodo salón de su casa cómo unos nuevos inquisidores condenan a estos mártires mediáticos.