Chistes

11 oct 2023 / 09:04 H.
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El chiste es una pequeña chispa de ingenio. Es un aparato narrativo elemental y básico que con muy pocas piezas puede llegar a conseguir en el receptor una eficaz respuesta en forma de risa.

En tiempos en los que se legitiman formatos expresivos mínimos tales como los microrrelatos u otras piezas literarias mínimas, el chiste sigue sin obtener respaldo académico alguno. Se le suele asociar con lo popular y con lo vulgar.

Las creaciones de carácter cómico tienen habitualmente una valoración crítica inferior. Existen prejuicios que deslegitiman la capacidad expresiva y la calidad literaria de una obra de humor.

Y, sin embargo, un buen chiste puede constituir una pequeña pieza de relojería capaz de estallar en el epicentro de nuestros prejuicios, dándoles un buen meneo a las convenciones más arraigadas.

No se puede negar, por otro lado, que se trata de un género popular, que refleja la realidad social de cada momento y que sublima los deseos y las fobias de una parte importante de la población. Por ello, a menudo son toscos, escatológicos e injustificadamente ofensivos. De hecho hay numerosos chistes que son racistas, sexistas, crueles, y de mal gusto. Pero tampoco hay que desdeñar que al tratarse de un territorio libre de ataduras políticas y comerciales se trata de uno de los pocos espacios en los que tiene cabida y libertad absoluta lo políticamente incorrecto

Sería muy curioso investigar el nacimiento y la difusión de los chistes. Si pudiéramos colocarles un chip, como se hace con algunas especies animales a las que se les hace un seguimiento exhaustivo, resultaría muy interesante conocer cómo nace, cómo se desarrolla y como se expande un chiste y cómo le llega su final, su olvido.

Sería, también, muy curioso conocer a las personas que hay detrás de la creación de los chistes. Más allá de los profesionales del espectáculo (Arévalo, Eugenio, Chiquito de la Calzada...) que los popularizaron y difundieron décadas atrás, sería interesante saber quiénes son los autores de los chistes, las personas que dedican horas de su tiempo en urdir estas pequeñas obras. Tal vez su origen se remonta a un hilillo de agudeza y picardía primigenio que puede llegar a convertirse en un río de carcajadas. Una chispa capaz de llegar a prender una explosión de risas. Resultaría interesante conocer cómo se engendra su raíz y de qué modo evolucionan.

Si fuéramos capaces de reunir, en una almacén gigantesco, los millones de chistes que circulan actualmente por teléfonos móviles, o a través de ordenadores, o que se propagan de viva voz en foros de amigos o conocidos o en reuniones sociales, en fin, si hiciéramos un inventario de estas pequeñas piezas de humor, sin duda encontraríamos montañas y montañas de ocurrencias desechables, pero rebuscando entre las toneladas de material, podríamos encontrar un buen número de piezas valiosas. Hay chistes que son auténticas creaciones cómicas en miniatura, elaboradas por creadores anónimos que no obtienen reconocimiento social ni económico alguno por sus pequeñas obras. Comedias en miniatura que pueden hacer girar, de pronto, nuestro timón emocional virando hacia vientos de buen humor. Y es que un chiste, un buen chiste, puede llegar a ser un pequeño desafío para nuestra mente, capaz de hacerle un regate a la lógica.

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