Cerrando su valla

Al cerrar la verja de la valla de su cercado nos miramos unos instantes. Una mañana soleada de diciembre, dábamos un paseo por las afueras de un pueblo de Jaén (pongan ustedes el nombre, cualquiera sería adecuado), un señor de unos setenta años, con doble rebeca de lana, gorra, pantalones anchos y botas usadas, cerraba su verja, cogiendo con sus manos firmes y ancianas el candado que echó en el cerrojo. Me miró, pues pasaba cerca, y le asentí con mi mirada, aplaudiendo su esfuerzo de años de trabajo para comprar y vallar ese terreno con olivos, donde construyó una pequeña nave de aperos y un piscinilla para sus familiares. Estaba orgulloso de su parcela, pero cerró inquieto la verja, la tocó de nuevo para notar si estaba bien cerrada. ¡Con los delirios de los gobernantes, favoreciendo la ocupación de inmuebles, la masiva emigración ilegal, la inseguridad jurídica y más delitos, el hurto fiscal con cientos de abusivos impuestos, la burocratización en sanidad y empleo!, este señor mayor —como millones de españoles— cerraba intranquilo su propiedad, pensando en sus familiares con inquietud y tristeza. ¡Destruyen la justicia día tras día!