Censura en Linares
Ha pasado aquí mismo, en Linares. En el contexto de la representación de una pieza de teatro, durante una gala municipal. A los pocos minutos de iniciada la actuación, una espectadora ha interrumpido el trabajo de las actrices. Lamentablemente se trata de algo que puede llegar a ocurrir. En ocasiones, los teatreros, mientras desarrollamos nuestro trabajo, tenemos que soportar molestias provocadas por el sonido de teléfonos móviles, o a causa de comentarios en voz alta, circunstancias capaces de desconcentrar a los intérpretes durante un trabajo en el que se requiere un alto nivel de concentración. Además, todos los que actuamos con asiduidad, tenemos anécdotas de exabruptos proferidos por algún espectador díscolo que nos ha obligado a improvisar para incorporar una réplica capaz de neutralizar la situación.
Sin embargo, la persona que interrumpió en Linares a las actrices, poco después de iniciada la representación, no era una niña de una función escolar, ni una señora descuidada que olvidara desconectar su teléfono móvil. Tampoco se trataba de una espectadora locuaz. De hecho, aquella persona no permitió la posibilidad de réplica alguna. Con su intervención extemporánea alteró definitivamente el desarrollo de la representación. Porque se trataba de la concejala del área que había organizado el acto. La política consideró que la obra que se estaba representando era demasiado radical y obscena. Así que decidió súbitamente detener la actuación teatral que se estaba llevando a cabo.
Y no estamos hablando de un montaje vanguardista nacido de la mente febril de unos jóvenes transgresores. La obra que se estaba desarrollando era una comedia clásica de la antigua Gracia escrita por Aristófanes, uno de los autores más importantes de la historia de la literatura. Lisístrata, que así se llama la función, transcurre en tiempos de guerra. Ante las continuas masacres del frente de batalla que diezma a la población, un grupo de mujeres decide amenazar a los contendientes, con una huelga de amor, que provocaría que los guerreros no pudieran gozar de sexo con mujer alguna mientras se mantuvieran las hostilidades. Esta ingeniosa trama, que ha sobrevivido más de dos milenios, y que está considerada una obra fundamental por su crítica social y su acertado enfoque humorístico, resultó intolerable para la responsable política del área que había organizado la representación.
Puede parecer un hecho aislado, pero es habitual que el concejal del área de turno acomode a su criterio ideológico la programación cultural. Lamentablemente las personas que trabajamos en artes escénicas estamos totalmente mediatizadas por el poder político. Y cuando una concejala se hace cargo de un teatro, suele considerar este espacio escénico público (sostenido económicamente por todos los ciudadanos) como un lugar en el que volcar sus preferencias y afinidades personales. Sucesos como el de Linares ahondan en una tendencia actual de revisionismo de todos los referentes culturales que no se adecuan con las tendencias del momento. Y lo peor de todo es que unas grandes actrices han sufrido un incómodo varapalo que no debería repetirse jamás. Una actuación teatral, es un territorio ajeno a autoridades, y la única potestad la ejercen las personas que están llevando a cabo la función.