Cayetana y Pablo

    15 jun 2020 / 16:41 H.
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    El discurso político debe ser un referente ético, social y cultural. En el Congreso y en el Senado la oratoria tiene que recordarnos a Demóstenes: así en la prosodia, en la sintaxis, en la semántica como en la coherencia, en el énfasis y en la ironía. ¡Señores diputados y señoras diputadas, señores senadores y señoras senadoras, ahora más que nunca, sus señorías han de convertir el Madrid político del siglo XXI en la Atenas clásica: aquella en donde la palabra era el florilegio de los siglos! El reciente enfrentamiento dialéctico entre la portavoz del Partido Popular, Cayetana Álvarez de Toledo, y el vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias Turrión, tuvo más de ataque a la persona que al error político; a la privacidad y a la intimidad, más que a la gestión y a la actuación. No pretendemos que sean Demóstenes o Cicerón, pero sí que los lean, con el propósito de que la literatura encauce el enfrentamiento por los senderos nerudianos de la universalidad. La rima lenguaraz del «tú más que yo» convierte la tribuna de oradores en un coloquio de dimes y diretes, que, algunas veces, se asemejan a espadas como puñales y a balas como serpientes. La oratoria es sabiduría y estilo.

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