Casado Cayetana fin

03 sep 2020 / 16:21 H.
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La destitución de Cayetana Álvarez de Toledo, una de las noticias políticas de mayor calado de este verano, no se debe a que utilizara “palabras como puños”, como afirmó, entre otras cosas, Pablo Casado, sino a que emplea bien el idioma, es cultísima, se doctoró en Oxford, frecuenta el Ateneo madrileño, y lee muchos libros, en definitiva, se trata de una intelectual, particularidad que despierta un recelo general en la iletrada —por acuñar un término de Alfonso Guerra— sociedad española actual. Felipe González hizo lo posible en los años 80 por acabar con las ideologías, porque le molestaban para el “OTAN de entrada no” o para el cierre de los astilleros, e incluso vació de significado el término “socialista”, que casi llegó a sustituir por el de “renovador”, que oponía al de “guerrista”. Francisco Umbral llamaba a González y los suyos en sus artículos “los infrarrojos”. Consideró Umbral, sí, que González convirtió en infrarrojo un partido, el PSOE, históricamente rojo. Y, años más tarde de todo aquello, Mariano Rajoy plantó una durísima batalla a la cultura, con la feroz persecución a las humanidades y la generalización del desprestigio al pensamiento, hasta que personas como Cayetana se han convertido, efectivamente, en un “verso suelto”, término muy utilizado durante los últimos años por quienes nunca han leído poesía.

De Cayetana han criticado en el PP el tono, cuando lo que realmente les molestaba era el estilo. Porque Álvarez de Toledo tiene un estilo propio a la hora de hacer política, hilar discursos, e incluso de ir por la vida, y eso fastidia mucho en un país de bancadas de iletrados —de nuevo el término—, que únicamente han leído los manuales escolares y universitarios, y que siempre dejan libres las butacas que en todas las funciones los teatros municipales o nacionales reservan para los políticos, y que en Madrid, por ejemplo, solo ocupaba en su día Cristina Cifuentes, política que también conoció sobre sí misma la ira de su partido. Cayetana es españolísima, aunque con ese suave y cuidado acento latinoché, que hermosea lo que dice, y esa españolidad adquiere todavía más valor en una mujer con tres nacionalidades: española, argentina y francesa. Y es feminista, pero “feminista amazónica de la escuela de Camile Plagia”, tal y como confesó en una entrevista y obligó a muchos a acudir a la enciclopedia para tener noticia de esa ensayista norteamericana. Mario Vargas Llosa, en un amplio artículo titulado “Cayetana”, decía recientemente: “En España no ha habido muchos políticos de convicción (...) Cayetana Álvarez de Toledo lo es defendiendo aquello que cree sin mirar a los costados ni atemorizarse por las posibles consecuencias”. La destitución de Cayetana también indica que el PP no encuentra la salida del laberinto. Porque la crisis de la covid-19, lejos de provocar una ruptura en el Gobierno de coalición o la caída de algún ministro, ha tenido como consecuencia un relevante cese en el PP y un posible cambio estratégico inmediato en los populares. Cayetana cultiva un intelectualismo liberal, se graduó en Historia Moderna en el New College de Oxford, y es marquesa de Casa Fuerte. Tiene una aristocracia de melena rubia y pensamiento duro. Mario Vargas Llosa también ha escrito: “Esperamos de ella, ahora que tendrá más tiempo, que escriba el ensayo político sobre España que nos debe”. Pues eso.

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