Carta real

    07 ene 2025 / 09:22 H.
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    A los queridos protagonistas de mis Epifanías pasadas, pidiendo salud antes que nada. Por su oriunda tierra de Oriente quisiera que la cordura se impusiera al odio visceral. Por este Occidente perdido quisiera recuperar la esencia de la celebración y desterrar la frivolidad del obeso barbudo bermellón enaltecido por el consumismo de esta nueva Navidad. Quisiera apreciar el valor de la sencillez, que las luces estén más en las mentes, huir de opíparos banquetes de ricos Epulones que acaban por mirarse el ombligo haciendo de menos al harapiento mendigo. Desearía juguetes rotos para las guerras de poderosos tiranos y que los codiciosos ególatras de platos rebañados probaran el dulce sabor de un caramelo envenenado, que me diera la inteligencia el nombre exacto de las cosas para que la poesía me trajera el verbo hecho verso, que el hogar sea refugio seguro de regreso a Ítaca, que la literatura sea templo sagrado de la imaginación, que la serenidad sea guía en el disfrute de la vida y cada estación su propio color. Y como postdata de esta noche nos deje la mañana fría el “selfie” de una Barbie avergonzada ante la desnudez de un niño Dios con las abarcas vacías.



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