Cargos perpetuos

20 jul 2017 / 11:23 H.

Se suele decir que el poder corrompe y, si el poder se alarga durante muchos años, la posibilidad de que la corrupción llegue a dominarte es mucho mayor. No siempre fue así, pero lamentablemente sí se confirmó este dicho en no pocos casos. Y es que debe ser muy difícil tener en tus manos tantas ventajas y no aprovecharte de alguna. Se habla, de vez en cuando, de que los mandatos hay que limitarlos, tanto en la política como en otros estamentos en los que los que mandan son elegidos en las urnas. Pero como quienes tienen que cambiar esto son ellos mismos, pues la solución va para largo. Y mientras, siguen produciéndose casos de conductas irregulares que manchan la política, el deporte, la creatividad artística y a la propia sociedad en general.

Hace dos días que ha saltado a la luz pública un caso más de ese abuso de confianza que confieren los cargos perpetuos, el poder sin fecha de caducidad, porque aunque cada cuatro años se celebran unas nuevas elecciones, saben apañárselas para ir eliminando a posibles rivales incluso antes de que hagan oficial su candidatura. Ángel María Villar fue detenido a consecuencia de la llamada “Operación Soule”, una investigación anticorrupción ordenada por la Audiencia Nacional. Villar es presidente de la Federación Española de Fútbol desde 1988. Fue reelegido en ocho elecciones, y son ya 29 los años que lleva en el cargo. Demasiado tiempo para no caer en la tentación. Y parece que algo no hizo bien el señor Villar y otros de sus colegas, entre ellos, su hijo Gorka. Ellos deben responder de cargos de administración desleal, apropiación indebida, corrupción y falsedad documental. En fin, de todos esos presuntos delitos tan de moda en la actualidad.

Esto de los mandatos interminables se da mucho en el fútbol español. Sin ir más lejos, Eduardo Herrera lleva más de 30 años presidiendo la Federación Andaluza de Fútbol, y parece una excepción el que nadie le haya señalado hasta ahora con el dedo. Ni yo se lo deseo, porque le conozco personalmente. También conozco a Ángel María Villar, con quien bromeé a cuenta de la coincidencia del primer apellido, un apellido que puede quedar malparado si el presidente es declarado culpable. ¿Qué le voy a hacer? Yo seguiré poniendo mi mayor interés en que, al menos, el mío quede libre de toda esta clase de pecados.