Cambio climático

18 jun 2025 / 08:55 H.
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El calentamiento global es una realidad. ¿Estamos preparados para un mundo que va a cambiar nuestra forma de trabajar, incluso nuestra forma de pensar? No hay duda de que la investigación y la ciencia nos van a ayudar a comprender la realidad y la ficción que encierra el cambio climático. Soy consciente de las consecuencias desastrosas que los perniciosos gases de efecto invernadero están ejerciendo sobre el clima y la capa gaseosa que nos envuelve. Los océanos se calientan, se funden los hielos y están afectando a la rotación de la Tierra —afecta al giro del planeta sobre su eje—. El reto fijado pasa por detener el proceso del calentamiento global provocado principalmente por los gases de efecto invernadero que absorben la radiación infrarroja (calor) que de otra manera escaparía de la superficie terrestre y de la atmósfera al espacio. La actividad humana continúa calentando la superficie terrestre y si no se actúa a tiempo, el cambio del clima será más pronunciado. Hace tiempo que se perciben los efectos del calentamiento: los glaciares de montaña están retrocediendo en todo el mundo y ya no crecen con las nevadas de cada año; los hielos árticos pierden espesor y la primavera y demás estaciones, llegan de forma diferente a como lo hacían hace 50 años. ¿Cuáles serán las consecuencias prácticas del cambio climático pasadas unas décadas? ¿Son las grandes potencias sensibles a las perturbaciones y agresiones inducidas por la actividad humana en unos tiempos en los que todo vale por hacerse con las tierras raras y militarizarse más que el otro? El clima no tardará en reaccionar gravemente ante tales perturbaciones. La estabilidad de las grandes capas de hielo de Groenlandia y la Antártida, están siendo víctimas de un calentamiento intenso y brusco y se requiere la cooperación internacional para detener el calentamiento global y de ese modo, pueda proporcionar beneficios adicionales a la salud humana, la agricultura y el medio ambiente. Sin apenas darnos cuenta nos estamos metiendo en un auténtico atolladero y no sabremos cómo salir de él, está en juego la salud de los hábitats naturales tan necesarios para la supervivencia humana. La atmósfera devuelve más calor al suelo del que permite salir al espacio, este desequilibrio de la energía planetaria da por resultado un calentamiento gradual de la Tierra. El gas más letal de efecto invernadero es el dióxido de carbono que se genera por la combustión de carburantes fósiles —carbón, petróleo y gas— y se combina con el ozono troposférico, el metano, los aerosoles, el hollín, la quema de biomasa al aire libre, los incendios forestales, o la sustitución de bosques por campos de cultivo. La temperatura global media en superficie ha aumentado casi dos grados y se esperan grandes cambios en la elevación del nivel del mar y en la velocidad de desintegración de las capas de hielo que no habrá manera práctica de detenerla. La mayoría de las costas planetarias corren el riesgo de inundarse y las generaciones futuras se preguntarán por qué no se frenó la velocidad del calentamiento global del clima que guarda relación con el consumo de carburantes fósiles. Está claro que el creciente uso de energías renovables puede reducir las emisiones de dióxido de carbono a corto plazo y me pregunto si los gobiernos o las organizaciones civiles intervendrán a tiempo para detener la distopía medioambiental o dicotomía falaz que padecemos.

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