El valor de la gastronomía

11 mar 2023 / 16:00 H.
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Quienes peinamos algún que otro cabello cano —o muchos— tenemos en ese rinconcito interior del niño que fuimos a un personajillo que nos entretenía en las tardes televisivas: un pollito de color negro y medio cascarón de huevo a modo de sombrero. Era, sí, Calimero. Muy probablemente os acabe de venir un flash a la memoria y estáis ahora mismo, incluso, tarareando la cancioncilla de la cabecera de aquella entrañable serie. Pero os preguntaréis qué relación hay entre aquel pollo y nuestro ferrocarril jaenero. Es sencillo. ¿Recordáis cuál era la frase que siempre repetía, capítulo tras capítulo? ¿No? Pues os refrescaré la memoria. Se trataba ni más ni menos que un lamento que profería al terminar sus aventuras: ¡Es una injusticia! Y hemos llegado a nuestro tren. ¿Acaso no es una injusticia el maltrato sistemático que sufren las tierras de Jaén en cuanto al desarrollo del ferrocarril? Y no solo ahora, que lo es especialmente, sino que viene arrastrándose desde tiempo casi inmemorial.

Calimero significa, en griego, algo así como “aquel que tiene piernas fuertes”. Y los de Jaén, en relación con el tren siempre las hemos tenido que desarrollar. O las piernas o las ruedas ya que los raíles y las vías nos han ido dando de lado sin que alcancemos a vislumbrar una causa exacta que no sea la mezquindad y el oprobio al que nos han sometido en ese tema y en otros muchos, los políticos de cada momento. Existe incluso en psiquiatría un llamado “Síndrome de Calimero” que hace referencia a aquellas personas que protestan una y otra vez. ¿No deberíamos estar todos los jiennenses contagiados de tal síndrome? ¿No merecemos una red de ferrocarril al menos comparable a la de las provincias vecinas?

Desde los tiempos en que se planteaban las primigenias líneas de tren por nuestra provincia ciertas injerencias económicas de gentes poderosas diseñaron una red que ni siquiera tiene a la capital como núcleo referencial y de aquellos polvos, estos lodos. La historia nos ha ido marginando sin piedad y la cobra famosa del AVE a Granada o el abandono secular de las obras de una conexión real de alta velocidad hacia Madrid parecen ser episodios de algo que no nos afectara. Los jaeneros, tal vez, votamos con la nariz y los ojos tapados. Nos engatusan con cuatro caramelitos cuando la diosa Urna parece asomarse al horizonte y después, ya con el voto en el bolsillo, los políticos nos olvidan miserablemente.

Lo peor del caso es que hay paisanos que aplauden a esos políticos, los apoyan y les perdonan todo el desprecio con el que se trata a su propia tierra. Deben ser cosas de la ideología, una especie de manto que todo lo cubre, lo disculpa e incluso lo aúpa en contra de los intereses propios de la tierra.

¡Ay, Calimero, cuánta razón tenías! Todo lo que nos pasa con el tren es una soberana injusticia. Y debemos levantar la voz para que se nos escuche. Queremos y merecemos un tren moderno y de amplias prestaciones. Un tren acorde con lo que somos, con lo que aspiramos a ser y a crecer económica y socialmente. Un tren que vertebre, que respalde y afiance a un pueblo que necesita avanzar. Y para ello tenemos que alzar la voz y el voto. El futuro que queremos nos espera. Dejemos de ser, como en aquella película, “la tierra olvidada por el tiempo” y pasemos a la lucha.

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