Cajas habladoras

Comienza enero y seguimos viviendo rápido. Nuestro alrededor nos obliga a acelerar el ritmo con exigencias cotidianas que así lo van marcando. Bien es cierto que la disciplina y el horario han de guiar la rutina: de no ser así, contribuiríamos a cierto caos. Sin embargo, hemos llegado a actuar de la misma manera apresurada y atropellada en instantes y lugares en los que no es necesario correr tanto sino que sería bueno parar y charlar un rato. Leí hace unos días en la prensa algo tan amable como necesario: una conocida marca de supermercados holandesa tomó en 2019 la iniciativa de instalar las denominadas Kletscassas o cajas habladoras. Su intención, además de ayudar a meter la compra en las bolsas, era la de ver al cliente, la alegría de su cara y tocar su corazón. Pensadas, ante todo, para la gente mayor que ha de lidiar con una soledad no deseada y cuya única necesidad es hablar. Tal fue su éxito que hay instaladas más de doscientas en todo el país. Frente a las cajas rápidas, se puede optar por estas lentas o habladoras que nos recuerdan que es bueno desacelerar nuestra vida y así, como la tortuga, podremos disfrutar y hablar del camino más que la liebre como afirmó J. Gibran.