Bucle diabólico

07 mar 2019 / 13:48 H.

El Homo Sapiens piensa que su salvación pasa por su adaptación. Y en pleno siglo XXI aquí estamos, enfrentándonos a crisis sucesivas por no cumplir con las condiciones políticas mínimas que había que cumplir, si bien es verdad, que a unos les afecta más que otros. Una que afectó a los unos fue la crisis bancaria, por las cuantiosas pérdidas que supuso, terminó por afectar a la política nacional y a la legitimidad democrática de la eurozona que impuso condiciones críticas a otros países como Grecia y Portugal. La idea de socializar los problemas económicos como fue el caso de España, abonó el campo a nuevos partidos que no entendieron que las instituciones europeas, alineadas con socialdemócratas y conservadores tradicionales, trasladaran al ámbito del contribuyente lo que no le exigieron al accionariado de los bancos. Los sinsentidos de las crisis originan otras crisis (podíamos estar entrando en otra crisis) de dimensiones desconocidas que amenazan con agravar la situación europea y en especial la unidad de la UE que anda buscando un difícil equilibrio. Existen tensiones en la eurozona que se pueden agravar con el Brexit y la fragmentación de los partidos que dieron origen a la UE (prometieron progreso con cohesión social), no tiene nada de extraño que llegue consiguientemente el nacionalismo de derechas y el populismo de izquierdas. El surgimiento de estas corrientes políticas, críticas con el proyecto europeo, solo puede frenarse con mejoras sustanciales en la gestión de las desigualdades y la relajación del ajuste a ultranza impuesto por la UE. De otro modo, tendremos que enfrentarnos a consecuencias económicas y estructurales de difícil resolución. La globalización junto a la automatización empresarial y la desaparición gradual del tejido industrial, están creando una fuente inagotable de desempleo. A España le queda un sector turístico que ha tocado techo, un sector agrícola mecanizado y un sector servicios que con los avances en inteligencia artificial, va a recrudecer la crisis global a medio plazo. Si a eso añadimos el cambio demográfico, una fertilidad insuficiente y un envejecimiento paulatino de la población, ya me dirán quién hace sostenible un estado del bienestar que gasta más de lo que gana en productividad. No minusvaloremos la readaptación al mercado único de las prestaciones sociales, el empleo y la inmigración y que nadie eluda su responsabilidad, que la culpa anda muy repartida y un simple cambio de tendencia nos coloca al borde del abismo.

Mientras unos andan rompiendo con total impunidad el principio de seguridad jurídica para tapar negligencias de técnicos y políticos, el oro se revaloriza ante los riesgos que conlleva una economía globalizada y las continuas tensiones geopolíticas que ponen nerviosos a los mercados financieros. A pesar de todo, hay que ser positivos y pensar en clave de esas empresas que se lo trabajan y consolidan un modelo de negocio basado en la rentabilidad y no tanto en primas o préstamos que luego no pueden reintegrar. El futuro está más cerca de lo que nos creemos, con inaudita frecuencia se oye hablar más de lo que viene que de la propia realidad en la que muchos parecen no confiar. Ajustemos cuentas con nosotros mismo y pensemos en el desarrollo de sociedades abiertas y modernas y en la pluralidad irreductible de la UE.