“Botaciones” municipales

    29 may 2019 / 09:18 H.

    Ahora ha sido el momento de haber cambiado lo que huele a podrido y votar para botar. Lo putrefacto de una “retaguardia” que sostiene el tufo de antaño en el estanco de lo que, como el tocino rancio, se perpetúa en lo soez y vomitivo, lo que se urde en beneficio de unos pocos, las migajas que el desgraciado acepta como prebenda a cambio del voto. Lamentable. Esos alcaldes que pierden las formas por aferrarse al poder, ¡fuera! Ahora ha sido el momento de que nuestros municipios, los que forman España, en su anchura, largura y presunta sensatez, hayan seguido aceptando lo malo, lo regular o, claro está, lo que erradamente —o no— hayan considerado como “bueno” desde la perspectiva proveniente del criterio del necio. Su derecho a votar les haya alumbrado el entendimiento por enmendar al insulso metido a alcalde... O a alcaldesa, que de todo hay en la viña del señor. No me vale la queja de un voto mal depositado a posteriori. Piensen que los políticos se presentan libremente y así habrán de implicarse para todo un pueblo, insisto, ¡para todo un pueblo!, su función es representar con la mejor intención a la ciudadanía, pero algunos paletos, absurdos desmerecedores de la credibilidad, con la escatológica y poco estética “baba” de lo obtuso, piensan que ser alcalde es sinónimo de estatus con el añadido de poner en práctica la suciedad del nepotismo. El tonto piensa que el listo es tonto, pero ha llegado el momento de que nadie ejerza un papel que no le corresponde. El tremendismo celiano llega hasta muchos de nuestros municipios, y se disipa en aquellos otros en donde impera la madurez política y sensatez del representante real del pueblo. ¡Ay de aquel, o aquella o aquellos que piensan que su cortijo es su propio ayuntamiento!, hoy no se perdona al imbécil metido a alcalde, y si se le sigue votando habrá que aceptar, resignadamente, lo que habría de considerarse soberana estupidez: Cada pueblo habrá de tener, entonces, lo que se merece y cada uno de nosotros habremos de reflexionar sobre ello. ¡Ay de aquel, aquella o aquellos que no saben dirigir su propio dominio y pretenden marcar las directrices a todo un pueblo! El asco impera mi ánimo... ¿por mucho tiempo más?