Biopsia taurina en Segura

15 abr 2021 / 12:37 H.
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Ahora que la historia se cuenta por algunos sin hacer el menor ejercicio de situarse en la época en la que ocurrieron los hechos, alegra sobremanera ver a los expertos haciendo su trabajo. Para muchos de nosotros —especialmente quienes vivimos allí nuestra infancia— en la plaza de toros de Segura de la Sierra tuvo lugar el primer encuentro con la fiesta de los toros. Nuestros abuelos contaban que los suyos ya la venían celebrando en ese mismo recinto año tras año en las fiestas de la Virgen del Rosario. Y de ahí para atrás, parece lógico pensar que, en una tierra que —como ahora sabemos por el estudio de R. Cabrera y A. Morales— siempre estuvo llena de toros, esas celebraciones taurinas se viniesen organizando a lo largo de los siglos, teniendo en cuenta la evolución de la propia villa, la importancia que la misma tuvo en el contexto histórico de España, —especialmente en tiempos en los que los caballeros de la Orden de Santiago la ocupaban y gobernaban— y las distintas formas de celebrar fiestas de toros, tanto a pie como a caballo, en toda la geografía de la España cristiana.

Pero una cosa es deducir o imaginar la antigüedad y el uso de la plaza y otra distinta poder constatar que efectivamente ese “coso cuadrilongo” —que así lo llamaba don Genaro Navarro— haya sido efectivamente usado de manera continuada a lo largo de los siglos para celebrar fiestas de toros, teniendo en cuenta que los archivos locales anteriores al siglo XIX fueron quemados por los franceses. Y en eso se está ahora, porque aprovechando las obras para el aseguramiento del muro norte de la plaza en cuestión, un equipo de arqueólogos de la Universidad de Jaén está realizando, por encargo del Ayuntamiento, un estudio en profundidad —nunca mejor dicho— sobre la muralla y sobre el piso. Paco Gómez Cabeza, segureño de pro, como su padre, experto investigador en la materia, asegura que en el año 1539 ya se le llamaba “el coso” a la plaza, con todo lo que eso significa. Cuando se publique el resultado de la excavación será el momento de valorar, y en su caso, reivindicar la antigüedad de una de las plazas de toros más auténticas y singulares de España. Mientras tanto, podemos aprovechar para reflexionar un poco a la vista del corte arqueológico en el que se distingue con claridad más de metro y medio de capas de arena sucesivamente compactadas a lo largo de al menos quinientos años.

Porque esas líneas o rayas constituyen un verdadero reloj de arena que ha ido marcando las horas de la historia de Segura, en el que se puede leer no sólo la crónica taurina segureña sino la evolución de la fiesta de los toros a lo largo de los siglos. Una biopsia histórico-taurina en la que cada capa representa una manera diferente de celebrarla, siempre en el mismo lugar y siempre con el mismo carácter popular, fuesen caballeros o plebeyos los que pisasen el coso cuadrangular. Cada capa representa una época, pero en todas ellas hay algo común. La presencia de los toros como motivo de encuentro de los habitantes de la sierra en cada momento de su historia. Un patrimonio que hay que proteger, entre otras cosas porque sigue vivo. Y la mejor forma de cuidar la plaza como lugar de encuentro serrano es celebrar con autenticidad la fiesta con toros que en el mismo sitio ha venido congregando en paz y concordia a tantas generaciones y civilizaciones.

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