Biopolítica y pandemia

19 feb 2022 / 16:28 H.
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Fue el 11 de marzo de 2020, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el carácter pandémico de la covid-19, debido a la rápida y amplia propagación geográfica del virus, y dejamos de utilizar el término “epidemia” pasando al de “pandemia” (epidemia mundial). A partir de esta situación, en muy poco tiempo tuvimos la primera pandemia de la modernidad, de China a Europa, de Europa a América, y de estos lugares al resto del mundo, y se tomaron medidas biopolíticas: seguimiento, protocolos, controles en las fronteras, planes de intervención, cierres, paros y, lo principal, medidas biomédicas para hacer frente al virus. La biopolítica, el control político de la vida (bios) para mejorarla, es parte de la forma de gobernar de nuestras instituciones y de nuestro imaginario social. En el monólogo pandémico, se plantea el objetivo de cómo la biopolítica aprovecha este acontecimiento utilizando el saber-poder médico, para expandir y profundizar sus efectos de gobierno como el manejo de conductas, más allá de los límites de lo estrictamente sanitario, entrando en el tema de la defensa y garantía de las libertades en plural, vinculando los conceptos con el ejercicio de la ciudadanía, el empoderamiento social y cívico y el acceso a la educación y la cultura, en medio de una avalancha de medidas restrictivas que nos han invadido durante bastante tiempo despreciando, en ocasiones, derechos fundamentales. Los gobiernos lo utilizan como legitimación en la aplicación de diversos dispositivos para desarrollar la eficiencia y eficacia de la biopolítica. Sin embargo la pandemia se ha constituido en una oportunidad para mostrar las debilidades estructurales y problemas a los que conlleva una crisis sanitaria de este calado que nos ha ido llevando sigilosamente hacia estrategias y dispositivos de la biopolítica y anátomo-política de los inicios de la modernidad, produciendo nuevas ‘garantías’ legales que den soporte de legitimidad a las acciones de gobierno, entendido este, como la manera de guiar conductas de la población en general y de los individuos en particular, hasta en el más mínimo detalle. Conductas que han sido canalizadas por decreto, normalizadas, vigiladas y exigidas. Entre miedos y restricciones, controles represivos, abusos y ajustes de la legitimidad a la carta, las libertades y derechos parecen delegarse peligrosamente, y relegarse a un segundo plano de la propia vida. La covid-19 no es la causa de la crisis, sino el elemento que la ha puesto de manifiesto y así, la separación y aislamiento social de los sujetos-actores expresa niveles de alienación nunca vistos antes bajo el disfraz de la comunidad virtual de la conectividad. En lugar de encontrarnos en nuestras calles y plazas las convocatorias se generan a través de y en las redes, mediante reuniones, encuentros, foros..., virtuales y midiendo su impacto, según el ritmo que recopilan el flujo de red y los “me gusta”. De esta manera, la biopolítica desarticula, en la constitución del nuevo orden social, la posibilidad de contestación, resistencia o transformación, a no ser que sea sistémica y circule. Con lo expuesto anteriormente hemos intentado articular ciertas variables de algunas dimensiones, entre las posibles, para explicar la aparente renuncia a la libertad, de diversas maneras, expresada en la pérdida, retroceso y/o redefinición del campo de los derechos y garantías fundamentales, aprovechando el contexto de una pandemia como legitimidad para el desarrollo de la biopolítica. Ciertas causas han sido, y vuelven a ser asimismo efectos de saber-poder, que diría Foucault, como los niveles y calidad de participación cívica y el empoderamiento ciudadano sin olvidar la reproducción modernizada de la cultura autoritaria como base de la legitimidad de la biopolítica desplegada en todo el país. Debemos estar alerta ante los indicadores de mortalidad que presentan una desproporcionalidad entre la habitual (causa de mortalidad) y la ocurrida por el coronavirus. Sería conveniente poner en duda toda la verdad o cuando menos preguntarnos qué ocultos efectos de poder persigue.

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