Besos guardados

    06 sep 2023 / 09:08 H.
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    Adónde irán los besos que guardamos, que no damos? cantaba Víctor Manuel, entiendo que en evocación de aquellos intensos y efímeros amores de verano. En el Jaén de aquellos años 60 o 70, en los tórridos meses de julio y agosto, para adolescentes o jóvenes que se enfrentaban a un cambio hormonal que los impelía a buscar nuevas emociones, la posibilidad de alcanzar un beso era, por decirlo de alguna manera, un acto milagroso, una quimera, un delirio ensoñado. En todo caso, y si se conseguía, casi nunca excedía la honrosa categoría de ósculo, de beso respetuoso y dentro de los afectos más nobles, quedando los contrayentes ipso facto, súbitamente enamorados y confundidos, salvo contadas excepciones. Los escenarios donde se podían resolver estos primeros lances amatorios eran muy escasos, en la umbría de un parque, en el bullicio de una verbena, o en el transcurso de un guateque clandestino. El beso de portal era urgente y anunciaba despedida, el de cine de verano olía a gallinero y con música de peladores de pipas, siendo el de piscina municipal, acuoso, burbujeante. También hay besos mayestáticos, y besos de corruptos y políticos sin escrúpulos. De esos si habría que guardarse.

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