Banderas multicolores

28 jun 2023 / 09:11 H.
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Que las personas reafirmamos nuestra identidad públicamente como un modo de sentirnos orgullosos de la pertenencia al grupo, de ser y de sentirnos, es un hecho que no requiere una explicación. Es la identidad. Constituye quién soy. Es por lo que quiero que me conozcan. Los símbolos son más que los gestos públicos. Esto es lo que sienten los seguidores del Atlético reivindicando su escudo histórico. Identifica y da sentido a lo que se sienten y son, un símbolo de su vida, su estilo de entender la competición. En la marea amarilla se siente que todas y cada una de las personas que lleva su camiseta, es un jugador más que empuja el balón. Más allá del objetivo de ganar, está el deseo de visualizarse en una provincia, una cultura en un momento y espacio determinado. Nadie considera que llevar una camiseta sea una frivolidad de frikis, ni una conducta irracional a prohibir e erradicar. Aún menos una ofensa para los que no les gusta el deporte. Es más, tienen el respeto social por mostrar lo que son. Identificarse con un modo de entender la cultura, sea deportiva o de lo cotidiano. ¿Qué pasaría si a una persona de la marea amarilla le impusieran el modo de entender su deporte de acuerdo a otro equipo? ¿y si le prohibieran mostrar su identidad en público? Seguiría siendo quien es, con una identidad clandestina. Sin mostrarse, sufriendo. No por ello sería distinto. Sería una persona sin autoestima, sin poder manifestar su modo de sentir la vida. Mostrándose como quien no es, viendo otros “partidos”, humillado, sin dar sentido a su vida porque no sabe ser lo que no siente. Sin los otras identidades no hay juego, no hay interacción. La vida es diversidad de opciones. Es la base de la existencia en sociedad. No denunciar la situación es humillación. La democracia es diversidad de opción y reconocimientos de derechos. Ser quien quiero ser, optar por camisetas y banderas, la que me hacen ser yo. La libertad no es solo la posibilidad de consumir. Acceder al poder es respetar los principios por los que nos gobernamos y no agredir con ideas. Relata Querol: “Convertida el ágora en un circo, las ideas eslóganes y el ciudadano consumidor, se borran las fronteras entre ideologías: la política económica se difumina y a veces es complicado distinguir las actuaciones neoliberales de las socialdemócratas”. Los críticos progresistas defensores de derechos, los que creen que el progresismo es debatir si una ley debe tener una palabra u otra. Los que dicen que es el momento de rechazar las personas con las que compartieron camiseta, sin considerar lo realizado, sin optar por “otra” que garantice los derechos alcanzados. Los que les da igual quien gane, mostrando su supremacía ética diciendo que no les ha gustado “la liga estos cuatro años”; que por ser los más progresistas lo mejor es aprovechar las vacaciones, sin pensar como han llegado a disfrutar de ese derecho, no leen la noticia: “Un policía obliga a la cantante Rocío Sáiz a cubrirse los pechos durante un concierto del Orgullo en Murcia”. ¿Qué pasará con Rigoberta Bandini que enseña los pechos en festivales de 50.000 personas para denunciar al machismo? ¿Enviarán a los GEOS? La intelectualidad mal entendida distancia de la realidad. Hay que ver que necesita realmente la ciudadanía. Para mantener derechos nadie sobra, nadie se puede abstener. Seamos pragmáticas, participar es usar la razón.

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