Banderas
No se alarmen. No les voy a hablar del desprecio que no pocos ciudadanos sienten por la bandera española. O de que en el balcón principal del Ayuntamiento de Navarra se izará una ikurriña que no venía a cuento, y otros casos múltiples que a un ciudadano de verdad causan náuseas. Allá los unos y los otros. Hay que olvidarlos ahora y, sobre todo, olvidarlos aún más cuando lleguen las próximas elecciones. Ha vuelto a ser noticia: Antonio Banderas y este malagueño de pura cepa, actor, director y productor de cine sí merece mi comentario. Ya lo mereció hace pocas semanas cuando fue objeto de la humillación de unos cuantos concejales podemitas del Ayuntamiento de Málaga. Ahora, el motivo es más agradable, porque Antonio Banderas ha sido distinguido hace unos días con el Premio Nacional de Cinematografía.
El actor malagueño es uno de los pocos actores españoles que han merecido mi atención en los últimos 30 años. Claro que ha sido más por el cine que hizo fuera de España que el que le tocó hacer aquí. Antonio Banderas arriesgó, trabajó duro y tuvo éxito. Consiguió auparse en las listas internacionales de grandes actores. Su esfuerzo sirvió para abrir las puertas del cine internacional a otros actores españoles. Su pasión por el cine le llevó a emprender importantes proyectos en España aunque, en alguna ocasión, tropezase con la incomprensión de políticos que sí son incomprensibles. Antonio no arría sus banderas y continúa en la brecha, incansable en sus tres facetas, la de actor, director y productor. Su vitrina está repleta de grandes galardones: Goya de Honor, Premio Donosti, Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes, Biznaga de Honor en el Certamen de Málaga y el propio Rey, Felipe VI, le entregó el Premio Camino Real del Instituto Franklin.
El mundo del cine español ha reconocido la justicia de este último galardón, que viene a premiar su compromiso con la industria nacional cinematográfica. Ya digo que a mí me cae bien y he disfrutado con alguna de sus películas. Me parece un actor creíble en la pantalla y un hombre sencillo y accesible en la calle. Y, sobre todo, un buen español, amante de las tradiciones y costumbres nacionales y muy especialmente de las de su tierra malagueña. Banderas así bien pueden izarse en cualquier lugar del mundo y ser tratadas con respeto.