Banco de Cataluña

23 nov 2016 / 12:18 H.

Hará ya más de 25 años cuando, en una de las visitas que hice con mi mujer y mis hijas a Sabadell, donde viven mi cuñado Antonio y su esposa, Mari, decidimos entre todos hacer una excursión en autobús a los Picos de Europa, con una empresa del mismo Sabadell. Cuando la excursión se inició, la guía iba dando las oportunas explicaciones a los viajeros hablando en catalán. Mi cuñada Mari, al ver la cara que nosotros poníamos, se acercó a la guía y le dijo que en el autobús íbamos personas que no entendíamos el catalán y que, por favor, hablase en castellano. La señorita accedió y no tuvimos más problemas en este sentido. Llegamos a Torrellas de Llobregat donde visitamos el Parque Temático Cataluña en Miniatura. Después pasamos a un restaurante para almorzar. Y allí fue otro el cantar. Todos los empleados hablaban catalán aunque para elegir un menú no hace falta ser políglota. Había un animador que amenizaba la comida cantando en catalán y tocando el piano, aunque este, la verdad, no lo tocaba en catalán. Pero hubo más, el hombre comenzó a contar chistes todos en catalán. Mi familia y yo comíamos indiferentes porque no nos enterábamos de nada. Cuando el animador terminó su actuación, una de las camareras se acercó a mi mesa solicitando un donativo para el artista. Me dirigí a ella y, enseñándole unos cuantos billetes de bajo valor, me disculpé diciendo que lo lamentaba, pero que no podía darle nada porque todos los billetes que yo tenía eran del Banco de España y seguro que él los preferiría del Banco de Cataluña. La camarera me entendió, y haciéndome un guiño, contestó: “¡Qué me va a decir usted a mí, si yo soy de Córdoba!”. Me ha venido a la memoria esta vieja anécdota porque, viendo lo que trata de cocerse en Cataluña en la actualidad, tengo la impresión de que fui yo quien le dio la idea a Ada Colau de crear una moneda local para Barcelona. Una moneda para andar por casa que posiblemente no cuente con el respaldo económico que avale su valor.

Un vale con el que se podrá comprar en comercios que se acojan al convenio, pero que nunca se podrá cambiar por euros contantes y sonantes en un banco nacional. La idea no es nueva, pero ponerla en práctica no es fácil. Si la alcaldesa de Barcelona lo consigue, ya no tendré excusa para dejar de dar propina si vuelvo por aquellos pagos.