Baeza

    03 ago 2023 / 08:59 H.
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    Aquella ciudad moruna, de luna y de piedra, como la definió Machado, ha vuelto a sonar tras sus viejas murallas, ha vuelto a ser testigo, un año más, del amor hacia la música bajo una batuta que no sólo dirige notas sino que mira a los ojos de ochenta jóvenes acariciándoles el alma. Una silenciosa catedral renacentista los observa en un ir y venir de ensayos, de disciplina, pero también en idas y venidas cargadas de risas y de complicidades que van más allá de lo aprendido en clase. Y, llegado el momento, traspasan esas viejas murallas baezanas para hacer vibrar a nuestra provincia. Es cuando la obertura, el pasodoble, la zarzuela, la banda sonora o la danza húngara van sorprendiéndonos por los diferentes pueblos atravesando los olivos grises y los caminos blancos haciéndonos, sencillamente, sentir. Y, no conformes con eso, un mambo nos invita a disfrutar de la vida con un poquito de tequila para que sepa mejor. Baeza y sus gentes saben bien de hospitalidad, sin olvidar a esos buenos cocineros que los esperan tras los fogones. Ahora, los jóvenes guardarán sus instrumentos, mirarán desde sus ventanas y soñarán con ella, cuando no la vean, como ya lo hizo el poeta.

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