Aves y cobras

    09 abr 2024 / 09:13 H.
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    La alta velocidad ferroviaria se ha consolidado en las últimas décadas como uno de los pilares fundamentales para el desarrollo y la cohesión territorial de las regiones que tienen el privilegio de acogerla. En el caso de España, el AVE (Alta Velocidad Española) ha transformado no solo la manera en que entendemos las distancias dentro del país, sino también la economía y la vida social de las ciudades y provincias por donde pasa. Sin embargo, aún hay territorios, como es el caso de Jaén, que no se benefician directamente de esta infraestructura.

    Como motor de crecimiento es un fenómeno bien documentado. Los ejemplos más notables en España incluyen a ciudades como Zaragoza, Málaga o Valladolid, donde la llegada del AVE supuso un antes y un después en términos económicos y sociales. Uno de los impactos más inmediatos ha sido el incremento del turismo. La facilidad y rapidez de conexión entre ciudades favorece la llegada de visitantes, lo cual, a su vez, ha impulsado el desarrollo de infraestructuras locales, como hoteles, restaurantes y servicios turísticos, generando empleo y dinamizando la economía en estos territorios.

    Pero el impacto va más allá del turismo. La alta velocidad ha facilitado la movilidad laboral y empresarial. Las empresas se están beneficiando de una conexión rápida con otras ciudades, lo que permite la expansión de su mercado potencial. Esto es especialmente relevante para las pymes, que encuentran en la alta velocidad una herramienta para superar limitaciones geográficas y competir en mercados más amplios.

    La revitalización de áreas urbanas es otro de los efectos positivos. Las estaciones de alta velocidad suelen requerir importantes obras de urbanización que conllevan la modernización de barrios y la creación de nuevos espacios comerciales y de ocio, mejorando la calidad de vida de los residentes y la imagen de las ciudades.

    Disponer o no de la alta velocidad está generando una manifiesta desigualdad territorial, donde las regiones conectadas se desarrollen a un ritmo mucho más rápido que aquellas que no disponen de ella, aumentando la brecha entre diferentes zonas del país.

    Para la provincia de Jaén, la incorporación a la red de alta velocidad podría haber significado un impulso sin precedentes. A nivel económico, habría facilitado la conexión con mercados regionales y nacionales, brindando nuevas oportunidades para los sectores productivos locales. Turísticamente, Jaén podría haber conseguido atraer a visitantes interesados en su rico patrimonio histórico y natural, incrementando la visibilidad y el atractivo de nuestra provincia.

    A nivel social, la alta velocidad podría haber conseguido ser un catalizador para revertir la tendencia de despoblación de algunas áreas, ofreciendo a los jóvenes, oportunidades de empleo y formación sin necesidad de tener que marcharse. Además, la mejora en la conectividad sin duda podría haber conseguido fomentar la llegada de nuevas inversiones, no solo en el sector turístico, sino también en el tecnológico y en el de servicios, diversificando así la economía local.

    Sin duda, habría sido una oportunidad significativa para nuestro desarrollo y un paso adelante hacia la modernización y la integración en los circuitos de crecimiento para poder abrir nuevas puertas al futuro.

    Sin embargo, nos encontramos paradójicamente, frente a un panorama donde, en lugar del ágil vuelo de las “aves” que prometen unir y acercar destinos con rapidez y eficacia, hallamos “cobras” que serpentean con astucia, esquivando nuestro territorio y perpetuando una brecha de desigualdad que se profundiza. Es una ironía amarga, donde el vuelo prometedor se convierte en un rastro serpenteante que, lejos de unir, divide.

    El desafío está en trabajar para transformar el serpenteo en un vuelo directo hacia el desarrollo, asegurando que las próximas generaciones puedan disfrutar de las vistas desde lo alto, no como espectadores, sino como protagonistas de su propio destino.

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