Autodisciplina

    23 nov 2023 / 10:21 H.
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    Vivimos en un mundo donde palabras como “esfuerzo”, “disciplina” o “renuncia” tienen una carga “poco tentadora” frente a la burbuja inmersiva de gratificación instantánea y continua. Tal vez sea inevitable acostumbrarse a la comodidad, a los atajos y a la idea de un tiempo que parece siempre disponible pero urgente en el instante. La vida se construye a partir de decisiones más o menos grandes y con diferente grado de dificultad; unas veces reversibles y otras no, pero en todos los casos nos comprometen y suponen un esfuerzo. No tener claro qué queremos lograr en la vida, nuestro propósito, nos lleva a la dispersión, la deriva, la frustración, un incesante desgaste que olvida nuestra fragilidad y acaba por pasar factura. La eficiencia de nuestros esfuerzos exige concentración y disciplina, así como la sabiduría práctica de la renuncia, sencillamente porque no podemos vivir más vida que la nuestra, y vivirla con dignidad y propósito es exigente.

    Entre nuestros deseos, los límites condicionantes y las posibilidades de éxito, vamos fijando nuestras metas. Inteligencia, talento o educación nos sirven para justificar los éxitos, a menudo despreciando la voluntad y su capacidad para construir hábitos como la disciplina. Jim Rohn, nos dice que “la disciplina es el puente entre las metas y los logros”, lo que nos permite coger las riendas de nuestra vida y actuar en consecuencia para alcanzar lo que nos hemos fijado. La disciplina personal es, para mí, la base para el logro de objetivos, una herramienta para la mejora, una habilidad que se construye y que nos lleva a desarrollar esfuerzos de forma sistemática, para mantener un rumbo y conseguir un propósito. Saber guiarse a uno mismo, vivir tu vida de forma que te acerque a tus objetivos... todo implica a la imagen que uno tiene de sí mismo, la autoconfianza, la capacidad de autocontrol y de autorregularse. Nos crea una mentalidad fuerte frente a los continuos cambios de nuestro contexto, aumentando nuestra capacidad de mantenernos enfocados. Todos tenemos esta capacidad, todos podemos disfrutar del poder de la disciplina personal, integrarla en nuestros hábitos y procesos diarios. Puedes incorporarla conscientemente, comenzando por cosas modestas como el orden, la puntualidad, cumplir plazos, rutinas personales, etcétera, y ve poco a poco ampliando los campos que caen en sus inmensas posibilidades. Arropa tu autodisciplina con entusiasmo, un entusiasmo que, más allá de la creencia optimista, te lleve a la acción transformadora. No esperes a las condiciones ideales, empieza ya.

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