Autoaceptación

    21 nov 2024 / 08:59 H.
    Ver comentarios

    Vivimos en un mundo obsesionado con el cambio, y es cierto que la realidad es cambio, pero ¿sabemos de dónde partimos?, o qué sentido o dirección se le imprime a esa transformación. Cada día nos bombardean con mensajes que nos empujan a mejorar, a ser más productivos, más exitosos, más atractivos, pero no siempre nos sitúan en contexto. Y aunque aspirar a crecer es valioso, hay algo que pocas veces se menciona: antes de cambiar, primero necesitas aceptarte. Por completo, sin peros... sin condiciones.

    ¿Suena contradictorio? Lo entiendo. Nos han enseñado que aceptarnos como somos es resignarnos, que es una excusa para no avanzar. Pero déjame decirte algo que he aprendido en más de dos décadas trabajando con personas que buscan transformar sus vidas: no puedes crecer desde el rechazo a ti mismo. La autoaceptación no es el final del camino, sino el punto de partida. Cuando te miras al espejo y solo ves defectos, ¿qué crees que construyes desde ahí? un edificio frágil, sustentado en la idea de que algo está mal contigo. Esto no solo drena tu energía, sino que te aleja de lo que realmente importa: conocerte y quererte tal como eres, con tus luces y sombras.

    Aceptarte no significa conformarte: es reconocer tus fortalezas y debilidades sin juicio, sabiendo que eres digno de amor y respeto tal y como eres ahora, no cuando “arregles” ciertas partes de ti. Porque ¿qué pasa si toda la energía que gastas luchando contra tus imperfecciones la usaras para nutrir tu bienestar?, ¿qué pasaría si pudieras mirarte con la misma compasión con la que miras a un amigo que está pasando por un momento difícil?

    La autoaceptación no es un acto pasivo. Es valiente, requiere que te mires sin máscaras, que dejes de castigarte por no cumplir con estándares ajenos y que aprendas a escuchar esa voz interna que siempre ha estado ahí, esperando ser atendida. Solo cuando te aceptas puedes hacer cambios que realmente importen, porque esos cambios no surgen de un deseo de encajar o de agradar, sino de un lugar de amor propio. Y el amor propio no es egoísmo; es la base de una vida auténtica, una vida en la que te sientes libre para ser quien eres, sin miedo al juicio o al rechazo.

    Así que, te propongo un desafío diferente: no trates de ser perfecto, no te obligues a encajar. En lugar de eso, empieza por abrazar la increíble, única e imperfecta persona que ya eres. Solo cuando te aceptas puedes empezar a vivir de verdad.



    Articulistas