Atardece en el mar

    08 feb 2024 / 10:10 H.
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    El mar está callado, la tarde sueña... El sol se decolora sobre las aguas verdes, la ráfaga dorada ha llegado a la arena, en el azul las nubes han teñido su abultado algodón de un oscuro naranja. El sol quiere dormir en las saladas olas y se deja llevar por las agujas que marcan los compases del tiempo. El horizonte azul se ilumina de luz con el difuminado astro, que parece dejarse acariciar en ese espacio quedo, silente y transformado donde la tarde va pasando despacio, lenta y delicada, para entregarse al fin allí donde las olas no pueden percibirse.

    El invierno se posa sobre el verde que danza, y se arropa en los cirros que están sobre las aguas. La lluvia sigue ausente, no ha venido al encuentro, para dejar que el suave susurrar de su sabor de dulce caramelo, pueda mezclarse en el salado verde de las ondas. No ha querido dejar que el gris que la precede borre el atardecer anaranjado, para escribir con grises palabras de esperanza versos llenos de ensueño. Esos que suenan a lento chapoteo y chocan en una simbiosis de caricias. Y se dejan mezclar en la rima que marca la métrica de melodiosas formas.

    No, la lluvia no ha venido, no ha estado en la reunión, ni ha estallado su voz sobre la piel del mar, ni ha dejado su frío azul mojado. No ha llegado silente desde el añil que canta en las montañas, no ha venido de lejos con el viento gritando y sacudiendo las verdes y elevadas hojas de las prominentes palmeras, que se agitan y danzan en un vaivén de verdes y sonoras melodías.

    La brisa juega sobre la tarde leve, el eco adormecido del silencio va entonando en la orilla la plácida y serena melodía. El flavo ocaso ha dejado que el sol vaya entrando en esa línea delgada y luminosa, en la que cada día se apaga inexorablemente. Allí donde la noche cierra la puerta a los colores fuertes y se cubre de estrellas y luceros, antes que el opaco color, destiña la luz completamente y el horizonte ya no es posible verse. El mar se va apagando, sus colores dejan de percibirse, sus arrullos de plata ya no pueden sentirse, se tornan en borrosas sombras donde la noche cuelga su colcha de sombríos bordados.

    El mar se queda opaco, su mirada ha cerrado los ojos, mientras la tarde duerme y la noche despierta.

    El mar está callado, la tarde sueña...

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