Un espíritu inquieto, Silvia Fernández

08 jun 2019 / 13:33 H.

De niña, en Martos, su pueblo, le gustaba salirse a la calle y jugar al balón en la carretera, con ese despabile que daba aprender a apartarse cuando pasaban los coches, correr, saltar a la comba y, sobre todo, hacer cabañas. Iban en pandilla a los descampados a buscar palos de madera, piedras y todo aquello que consideraran útil para construir su casa. “Esas cosas ya no se hacen”, añora. Silvia Fernández Padilla siempre tuvo clara su vocación, así que, una vez finalizado el bachillerato, se matriculó en Psicología en la Universidad de Jaén.

—¿Por qué Psicología?

—Mis amigos me decían que escuchando era única... Siempre me ha llamado la atención el comportamiento humano, sobre todo lo emocional, lo que apasiona a las personas, así como el lenguaje corporal. Parece mentira lo mucho que nos dicen los gestos, las posturas...

Pero la psicología no es su única pasión. A los 15 años conoció a un grupo de amigos que tocaban instrumentos de música y un nuevo horizonte lleno de belleza se abrió ante sus ojos. “Yo también quiero tocar algo”, se dijo. Su padre tenía una vieja guitarra clásica olvidada, solo necesitaba quien la enseñara.

“Me dijeron que daban clases en una iglesia y me fui para allá dispuesta a aprender”.

—Y parece que lo consiguió...

—Cuando algo te gusta tanto resulta hasta fácil... Una amiga que tocaba también la guitarra, pero eléctrica, me propuso hacer algo juntas. Ya estábamos dos guitarras, solo necesitábamos una cantante. La encontramos e hicimos de teloneras de un grupo. Fue algo maravilloso...

De estos inicios surgió su primer grupo, “Sinistars”: cuatro chicas, dos guitarras, una bajista y una cantante, y un chico, el batería. De ahí le vino su pasión por el bajo y, durante año y medio, recibió clases en Torredelcampo.

—¿Una época bonita?

—Alucinante —afirma con un brillo en la mirada. Esa etapa es uno de los mejores recuerdos de mi vida: mi encuentro con la música y la amistad tan sana entre nosotros, sobre todo con la cantante.

Más tarde, los estudios hicieron que cada integrante tirase hacia un lado. Pero Silvia quería comprometerse en serio con la música y, aparte de seguir en otros grupos de rock, la música que realmente le gusta, decidió que la mejor opción era entrar en la “Orquesta Santa Fe”.

—¿Compaginaba la música con los estudios?

—Sí; en aquella época estaba estudiando, trabajando en la orquesta, después de la “Santa Fe”, pasé a la “Bora”, era parte integrante de un grupo de rock , “666”, y también trabajaba como voluntaria en Apaem, una asociación de allegados y personas con enfermedad mental, y en AFA VIVE, de alzhéimer y otras demencias, todo en Martos. Es que soy muy inquieta...

Aunque terminó la carrera hace casi diez años, nunca ha dejado de formarse y acaba de realizar un máster en Psicología positiva. Hace poco más de cuatro años se trasladó a Linares donde colabora con Cruz Roja, con la asociación de fibromialgia y fatiga crónica de Linares, “Cavias”, y con otras asociaciones vecinales de mujeres, en las que imparte cursos sobre inteligencia emocional, autoestima y técnicas de autocontrol. Ahora toca en otro grupo de rock de Linares, “33 revoluciones”, y confiesa que está encantada y muy ilusionada en la orquesta “La Gran Rockset”, donde lleva seis meses como bajista.

Sus lecturas favoritas versan sobre psicología y filosofía; le gusta la docencia, hacer yoga y mindfulness, pintar al óleo, expresiones de color y paisajes, salir a caminar, el contacto con la naturaleza y sentarse tranquila a contemplar el crepúsculo. Afirma que su terapia es escribir sus reflexiones y preguntarse el porqué del comportamiento de la sociedad, la economía o la política. Mujer de gran riqueza interior, aunque le encanta salir con su pareja y amigos, confiesa que necesita sus momentos de soledad. Siente pasión por la música y por el conocimiento, por aprender siempre cosas nuevas, experimentar distintos campos laborales, no limitarse nunca y seguir siempre ilusionada con la vida.

“Que no pierda yo esta pasión nunca, por favor”, apela.

—Si tuviera que decidir entre psicología y música...

—¡Madre mía... no puedo elegir!