Leiva, donde reside el amor

01 feb 2019 / 11:58 H.

Su madre la dejaba con su tía para ir a trabajar y cuando cierra los ojos aún le parece verse sentada en el tranquillo de la puerta jugando con su muñeca Nancy vestida de gitana. Apenas había cumplido los 5 años cuando la familia emigró a Barcelona y Aurora Leiva Jódar se quedó para siempre con su tía a la que amó como a una verdadera madre.

“Tuve una infancia feliz a pesar de todo”, confiesa.

Estudió en el Colegio de Peñamefécit hasta que, ya adolescente, pasó un tiempo en Barcelona intentando encontrar su sitio. Pero fue en vano, volvió a casa, con su tía, y retomó su formación.

—¿Qué ocurrió?

—Mi madre había fallecido y pensaron que podía vivir con mi hermana en Barcelona. Era prácticamente una niña y anduve un tanto perdida, por lo que agradecí volver a casa, con mi tía, y terminar el colegio.

Durante un tiempo trabajó como socorrista a la vez que se formaba en los temas que más le atraían: Integración de inmigrantes, Ayuda a la drogadicción... Hasta que a los 18 años entró como educadora social en las casas de acogida de mujeres maltratadas, víctimas de violencia de género.

—¿Cómo fue la experiencia?

—Muy enriquecedora. Fueron once años en los que aprendí muchísimo de esas mujeres que habían vivido situaciones dantescas y llegaban allí completamente destruidas... Gracias a las casas de acogida, mujeres excepcionales han dado un salto hacia adelante utilizando las ayudas sociales para cambiar su vida y la de sus hijos.

Con apenas 24 años entró en contacto con un centro budista de la Alpujarra, abrazó su filosofía y decidió viajar por India y Nepal, lo que daría un giro a su vida. Después de Katmandú, llegó a Tsarang, en la provincia de Mustang, a casi 4.000 metros de altura, en la base del Annapurna en el Himalaya, donde la subsistencia es una lucha diaria. Los habitantes viven del pastoreo y las madres se ven obligadas a llevar a los niños con ellas o dejarlos solos en casa. Allí conoció a un monje budista tibetano y nació la idea de montar una guardería para dar cobijo a estos pequeños, donde vestirlos, asearlos y educarlos.

—Y nace “Aura de Solidaridad”...

—En un principio solo buscaba la manera de hacerles llegar ayuda económica para mantener a unos 35 niños. Después me di cuenta de que había que darle forma legal, no podía mandar dinero al extranjero sin más, y fue cuando creé la ONG Aura de Solidaridad.

—¿Qué actividades realizan?

—Recogemos y vendemos ropa y libros de segunda mano, vendemos lotería en Navidad, además de algunos donantes que colaboran cada año. Allí con muy poco dinero aseguramos la educación de esos niños.

—Ahora hay menos niños en la guardería...

—Sí, la zona se está despoblando, las condiciones son muy duras y la gente emigra a otros lugares. Empezamos con 35 y este año tenemos 18, así que además de pagar a las cinco madres que cuidan de ellos, comprar alimentos y ropa, vamos a procurarles también medicamentos básicos. El envío es lo más caro, por lo que todo se compra allí directamente.

Además de a estos niños de Tsarang, Aura de Solidaridad también ha llevado a niñas de la India a estudiar en un internado e incluso algunas han conseguido, gracias a su ayuda, ir a la Universidad.

—¿Por qué en India y Nepal?

—Porque la idea surgió allí, pero la verdad es que me gustaría hacer algo aquí, en Jaén... No hace falta ir tan lejos, en todas partes reside el amor, ¿verdad?

En la actualidad trabaja como controladora y vigilante de las instalaciones deportivas de Las Fuentezuelas, cuidando de que se haga un uso responsable de ellas. En su tiempo libre hace deporte y practica la meditación como medio para encontrar la sabiduría y la calma mental. Asegura que las derrotas que sufrimos o las crisis que atravesamos también son beneficiosas, no solo por lo que aprendemos, sino porque somos espejo para otras personas.

Ha cuidado de su tía, enferma de alzhéimer, hasta que a esta le sobrevino la muerte hace unos meses. Ella fue la persona más importante de su vida, un ejemplo de generosidad y amor incondicional.

—¿Qué es lo peor que puede pasarle a un niño?

—Que nadie lo quiera.

Aurora Leiva, tan sencillo como el amor.