Armonización fiscal

    28 jun 2021 / 12:11 H.
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    La Unión Europea (UE) ha avanzado mucho desde sus inicios en la armonización de sus políticas económicas comunes, tales como las de transporte, bancaria, agrícola, ambiental, de competencia, aduanera, etc. Sin embargo, la armonización fiscal sigue siendo la gran asignatura pendiente. Así, por ejemplo, nos encontramos con que en algunos países el tipo normal del IVA es del 25 por 100 (Dinamarca, Croacia o Suecia) e, incluso, del 27 por 100 (Hungría), mientras que es del 17 por 100 en Luxemburgo o del 19 por 100 en Alemania. Si nos fijamos en el Impuesto sobre Sociedades, el tipo estándar fluctúa desde el 10 por 100 de Bulgaria o el 12,5 de Chipre, hasta el 33,3 por 100 de Francia o el 30 por 100 de Alemania, ello al margen de las reducciones y bonificaciones muy diferentes que se aplican en los distintos países. Si nos detenemos en el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas, encontramos también grandes disparidades, por ejemplo, el tipo impositivo sobre las rentas del trabajo fluctúa desde el 59 por 100 de Dinamarca, el 55 de Austria, el 45 de Alemania, el 10 de Bulgaria o el 25 por 100 de Eslovaquia.

    En este contexto, el pasado 5 de junio, las economías más desarrolladas del mundo reunidas en Londres en el G-7 (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido) alcanzaron un acuerdo histórico para establecer un impuesto mínimo de sociedades de “al menos el 15 por 100”. El paso es importante, ya que supondría la primera vez en la historia que se llega a un consenso internacional para controlar lo que pagan las grandes compañías multinacionales. El acuerdo establece que aquellas grandes empresas que obtengan “un margen de beneficio del 10 por 100 o más, deberán pagar al menos un 20 por 100 de los impuestos sobre sus beneficios globales en los territorios donde operen, y no solo donde tengan su sede social”.

    La práctica viene siendo que las multinacionales, para evitar o minimizar el impuesto de sociedades, desplazan sus beneficios a otros países con menor presión fiscal. El dumping fiscal (impuestos más reducidos en algunos países, Irlanda por ejemplo, para atraer a estas empresas) no puede ser una opción en el mundo actual, ya que conlleva competencia desleal, caída de la recaudación y retraso para la recuperación tras la crisis que nos asola a nivel global. En suma, las empresas deben pagar donde hacen el negocio y no donde tienen la sede.

    Muy posiblemente haya sido la necesidad de financiar los grandes presupuestos públicos implicados en la recuperación, lo que ha posibilitado este acuerdo de armonización fiscal internacional. Bienvenido sea, ya que no es de recibo que las grandes compañías tecnológicas mundiales, tales como Apple, Facebook, Amazon, Google, Microsoft, etc., paguen una tasa impositiva sobre sus beneficios reales inferior a la que soporta cualquier pyme, ello gracias a la ingeniería fiscal, la existencia de “paraísos” y la ausencia de armonización impositiva. Para luchar contra la evasión de impuestos era necesario un acuerdo global, ya que la imposición unilateral por un país o grupo de ellos, lo único que comportaría sería el desplazamiento de la actividad de unos países a otros.

    El camino aún no ha terminado, tendrá que ser ratificado y concretado por el G-20, la Unión Europea, la OCDE, etc. No obstante, el primer paso está dado y un impuesto de sociedades mínimo del 15 por 100 será una realidad en el futuro próximo, así como que se pague donde se obtiene el beneficio y no donde esté la sede social. Habrá que seguir avanzando en esta dirección de la armonización y la UE debe tener un papel protagonista, aliada con una Administración Biden más proclive a la cooperación y el acuerdo que la anterior de Trump. En suma, la Unión Económica y Monetaria Europea solo se podrá alcanzar tras la consecución de la Unión Fiscal y el acuerdo del 5 de junio ayuda a ello, como también fue un paso importante el acuerdo de mutualización de la deuda pública europea para financiar los fondos del Next Generation y nuestro Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia. Vamos por el buen camino.

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