Aquellas navidades

A estas horas, el inconfundible sonido de los niños de San Ildefonso cantando cifras, nos anunciará la llegada de una Navidad más. Lejos me quedan aquellas Navidades de pelis de Tarzán en blanco y negro, del Torneo de Navidad de baloncesto, de los Reyes Magos en Galerías Preciados, o de la mesa de mi casa llena de obleas, miel y almendra mientras que mi madre y mi abuela hacían el alfajor que luego compartiríamos con vecinos y familiares. Los recuerdos antiguos, permanecen en nuestras memorias a pesar del paso de los años. Éramos felices y no sabíamos que la felicidad era eso, y no que te tocara el gordo ese día. Ahora, cuando ya faltan tantos con los que crecimos, nos damos cuenta qué fácil y sencillo era ser feliz. Colocar el árbol de Navidad o el nacimiento era tan ilusionante como ir a uno de los grandes espectáculos que ofertan en estas fechas. Nos conformábamos con tan poco, que era muy fácil ser feliz. No había que perseguir la felicidad, la teníamos delante. Hoy, me conformo con salud. Y si viene acompañada de algún pellizco en forma de premio, bienvenido sea. Pero me resulta inevitable recordar esas Navidades que creíamos eternas, pero que el tiempo nos demostró que no lo eran.