Aquellas flechas amarillas

    11 abr 2024 / 09:17 H.
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    Hay meses en los que me gustaría escribir (o mejor no escribir) sobre asuntos tan dispares como el derecho al silencio que tienen personajes célebres como la princesa de Gales, Kate Middleton, asimilando un diagnóstico y el precio que ha de pagar por ello; sobre la muerte de cooperantes que ofrecen un plato de comida entre el horror de la guerra; sobre el show que presenciamos diariamente entre nuestros políticos con el ataque verbal de protagonista o sobre el peligro que sufren los jóvenes con una acechante anorexia. Pero, en medio de todo esto, escucho una curiosa historia y decido quedarme con ella: allá por el 1989, cuando el Camino de Santiago estaba casi extinto con poquísimos peregrinos, Elías Valiña, o cura do Cebreiro, hombre de acción y gran conocedor de la zona, se lanza, con su Citroën dos caballos, brocha en mano y con un bote de pintura amarilla, ya que era la sobrante de las carreteras, por todo el Camino Francés a marcar calzadas, vallas, árboles y piedras. Aquellas flechas amarillas y sencillas siguen siendo todo un símbolo entre quienes ansían llegar a la ciudad del apóstol y, por qué no, guía entre los turbios entresijos y laberintos de nuestra sociedad.

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