Juego peligroso

13 ene 2019 / 11:06 H.

Me pregunto si sabe el ser humano regirse de sí mismo; más aún, me pregunto si sabe dominarse. Cómo no, nos contestamos. Pero es que es una realidad que al ser humano le acompañan por naturaleza las pasiones, esos deseos con mil caras que tenemos pegados al tuétano de nuestro ser y que nos impulsan a tratar de satisfacerlos, muchas veces por encima de la razón. En la profundidad de nuestras vidas, dirigidos por el deseo básico y legítimo de ser felices, el hombre busca por todos lados tratando de encontrar cosas que le llenen. Pero el problema surge, digo yo, cuando esos deseos se montan por encima de la razón; entonces todo se empieza a desmoronar, y la felicidad que creemos tener delante es la que nos viene a amargar, porque las pasiones producen un placer pasajero, pero en lo pasajero no podemos encontrar la felicidad. A mi juicio, no puede haber felicidad sin que la razón domine a las pasiones, y, digo más, sin que la razón tenga relación cercana con Dios. La afición al juego de apuestas, que hoy se promueve tanto por Internet, no es sino un modelo más del dominio de las pasiones sobre la razón, porque esa “afición” termina muchas veces en adicción, y esa adicción, en tu ruina.