Aprender de lo pasado

Hace dos años por estos días ya creíamos ver la luz al final del túnel, la “nueva normalidad” que nos ofrecían. ¿Quién nos iba a decir cuando nos confinaron que un simple bichito iba a poner en jaque tantas cosas que creíamos sólidas e indestructibles? Aprendimos a vivir sin casi todo y a priorizar; a obedecer, aunque lo mandado fuera absurdo; que no hay remedio para todo y que la muerte es una realidad cotidiana; que la vida pende de un hilo; instalados en lo gris, recuperamos el valor de la familia y la necesidad del contacto, de la caricia, añoramos besos y gestos; muchos volvieron a rezar; esperábamos medidas que no llegaban; el plan de desconfinamiento en cuatro fases y a mediados de Junio el final de la última prórroga del estado de alarma. No sabíamos que vendrían otras olas, seguiría el miedo y que todos, de un modo u otro lo íbamos a pasar; ignorábamos las consecuencias no sanitarias que aún padecemos. Hoy aquello nos parece muy lejos; volvemos a vivir, gozamos una primavera esplendorosa, incluso ha llovido pese a la sequía. Aprendimos y no debemos olvidar: a ser conscientes de la propia contingencia, que no es mal bagaje para afrontar el futuro electoral que nos espera.