Aprender de las plantas
Cuando siento que nada puedo hacer ante las noticias diarias, observo a las maestras del ser y del estar; a las plantas. Tenemos una incapacidad natural para verlas, quizá como protección a la sobrecarga de estímulos, ya que constituyen el 99´7% de los seres vivos del planeta. Ellas conectan todo, no con una conexión abstracta o esotérica, sino concreta y entendible. Cada inspiración de una planta se refleja en nuestra expiración, y al contrario. También, al escrutar la rizosfera, a uno o dos milímetros de las raíces, vemos un vínculo íntimo entre ellas y millones de microorganismos. Las plantas dedican el 60% de la fotosíntesis a generar azúcares para alimentar micorrizas y bacterias. A cambio, estas protegen las raíces creando penicilina y estreptomicina, cazando patógenos o acercándoles radicularmente nutrientes como repartidores eficaces, a demanda y sin estocaje. Las plantas calculan, memorizan o aprenden sin cerebro, ven sin ojos, oyen sin oídos, saborean, huelen, se mueven, responden a estímulos y se comunican entre ellas y con otras criaturas. Todo ello lo hacen lenta, silenciosa e imperceptiblemente. Por eso, cuando siento impotencia, las observo y sigo sus instrucciones.