Aplausos para no olvidar

25 jun 2020 / 17:02 H.
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Asomados a ventanas y balcones y casi como una única persona, la sociedad española hemos sacado desde nuestro sentimiento lo mejor que tenemos como seres humanos. El agradecimiento, un antiguo refrán que reza así: “es de bien nacidos ser agradecidos”. Las plagas y epidemias siempre han estado ahí, agazapadas esperando la bajada de la guardia para invadirnos sembrado el miedo a un futuro incierto. La investigación es el elemento imprescindible para avanzar en calidad de vida. La falta de liquidez económica para la investigación tiene el peligro de volvernos a la casilla de salida. La covid-19 ha puesto al mundo entero ante la evidencia de la fragilidad humana, y de forma casi inmediata giramos la cabeza hacia la ciencia buscando la solución. Hemos visto las orejas al lobo y automáticamente hemos girado la mirada hacia la sanidad, nuestra esperanza se ha focalizado en los hospitales exigiendo y suplicando remedio para nuestros males. Como escribía Irene Vallejo, tal vez sí hemos olvidado que “la esperanza de vida” no es un dato de la naturaleza, sino el fruto del trabajo de hombres y mujeres que nos cuidan y gobiernos que apuestan por el desarrollo. La pandemia ha hecho añicos el espejismo. La fragilidad de la memoria es así, nada más constatar la evidencia de que la curva de la pandemia estaba controlándose y amenazaba con ser aplanada, comenzaron ruidos que trataban de silenciar la curva del aplauso. Las cacerolas y sartenes saltaron a la palestra para acallar el sonido de nuestras palmas y músicas desde balcones y ventanas como homenaje sincero y entrañable a todos los que velan por nuestras vidas. Amantes de la libertad y de los derechos ciudadanos, hemos asistido atónitos a este clima canalla que se ha instalado una vez vencida, doblada la curva de los aplausos, y ha comenzado una ofensiva terrible que no tiene en cuenta el bien común. La ciudadanía pide unión para salir de esta terrible crisis sanitaria y económica, y exigimos grandeza y sentido de estado de nuestros políticos y para nuestra política. Hemos vivido este confinamiento cumpliendo a rajatabla con él, con el alma rota por aquellos por quienes doblan las campanas, con la certeza absoluta de que después de esto saldríamos mejores. Miramos ahora a nuestros dirigentes políticos, cuya misión no es otra que trabajar duro para conseguir una mejor calidad de vida para los ciudadanos, y nos encontramos con una bronca pelea para conseguir escaños con los métodos más rastreros, “La Difamación”. Difama, que algo queda. Triste. La fragilidad de la memoria es así, olvidan que otros muchos, hemos cambiado la fragilidad por fortaleza y no olvidamos que de este horror no hemos salido solos. Ahora, cuando esta vuelta a la llamada nueva normalidad se convierte en un nuevo reto para la sociedad, en el que el volvemos a ser dueños de nuestra movilidad, asumamos nuestra responsabilidad individual para cuidarnos los unos a los otros, demos un ejemplo de sociedad madura porque está demostrado que por ahora la vacuna se llama distanciamiento social, mascarilla e higiene. Hagamos posible que nuestros hospitales y los que nos han cuidado, no vuelvan a verse ni a vernos desbordados por un virus que ya no es un desconocido para ninguna población en el mundo. Entretanto sigamos aplaudiendo a nuestros sanitarios, apoyemos a esas mareas blancas que con su trabajo salvaguardan nuestras vidas. Que este gran aplauso los apoye ahora para sus justas reivindicaciones.

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