Aplausos al perdedor

Recuerdo que, aunque nuestra democracia recién llegada tuviera deficiencias, empezábamos a disfrutar de cierta libertad y de los cambios que vinieron. La máxima expectación se la llevaban las elecciones generales. Añoro las reuniones familiares y la ilusión con que se recibían los resultados. Los diferentes partidos fueron alternando sus victorias cada cuatro años, pero mientras nos dejaban en paz. Se luchaba por ganar, pero respetando a quienes tenían el verdadero poder: los votantes. Ahora lo que interesa es que se cumpla la voluntad del amado líder. Ese pseudolíder que no acepta las derrotas y que no admite ni siquiera las críticas de los perjudicados por su mala gestión. Por eso la convocatoria de elecciones generales un veintitrés de julio, cuando más inconvenientes puede haber y buscando siempre su propio beneficio. El suyo y el de los adoradores dispuestos a descoyuntarse las falanges aplaudiendo como focas. ¡Qué ridiculez de escena! Ni Kim Jong-un ha recibido tanta sumisión. ¿No les da vergüenza? ¿Tanta dignidad somos capaces de perder con tal de tener poder y dinero? España y los españoles hemos pasado a un segundo plano. Dejadnos en paz. Buscaos un trabajo. ¡Qué hartazgo!