Antropoceno

23 ago 2022 / 16:00 H.
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Las personas tenemos la capacidad de crear relatos que atestiguan como es nuestra existencia. Dedicamos tiempo en lo privado y público a este fin. Da estabilidad y reconstruye la identidad. El comienzo es dar nombre a las cosas. Hemos descubierto que las fuerzas de la naturaleza no son las que hacen que la tierra cambie, es el ser humano quien afecta directamente a su dinámica evolutiva. El Holoceno ha quedado atrás. Somos responsables, con nuestra actividad social y económica, de los cambios terrestres. Si de algo debemos ser conscientes revisando la hemeroteca, es de lo imprevisible de la realidad, de las pocas certezas sobre el futuro inmediato y mediato frente a la literatura que indicaba la realidad en la que nos íbamos a encontrar. “Los grupos humanos se definen más por los cambios que experimentan que por ninguna continuidad”, afirma Harari. Lo que hemos vivido como estabilidad es el resultado de las contradicciones de la descolonización y la ocupación física e ideológica que supuso la política de bloques tras la Segunda guerra mundial. La globalización económica, tras el comunismo soviético, pretendía superar las diferencias y el aumento de la riqueza mediante objetivos iguales de comercialización. Así parece pero, no en el acceso equitativo a la misma. La guerra de Ucrania y otros conflictos son el efecto, no la causa, de estas contradicciones. La crisis actual busca un reajuste de modelos de organización política en los que están en juego los derechos y libertades de las personas, no el sistema de manejar los capitales. Es la pugna del capitalismo de estado totalitario chino frente a los totalitarismos populistas de derechas e izquierdas controlados por oligarcas y frente a Democracias liberales divididas en estados benéfico asistenciales —Estados Unidos y América latina— o Estados de Bienestar, Europa. Este último forja la democracia, modelo de acuerdo con la ciudadanía, desde los derechos sociales, no como privilegios de pocos. El derecho al Bienestar social está en peligro, no por imposibilidad para mantenerlo, sino por la ruptura del acuerdo por parte de las élites que niegan su obligación solidaria. El estado del Bienestar fue la respuesta del capitalismo humano acordado por la democracia cristiana y la socialdemocracia a lo que ofrecía a la clase obrera el sistema comunista. Ahora los modelos de gestión del contrato político, no acuerdan con la clase obrera o con la mermada clase media, creedora de ser elite que defiende sus logros frente a otros grupos de los que salió, sino con la élite con privilegios, dueña de las inversiones que buscan aumentar. En tanto, en la Unión Europea nos hacemos la zancadilla —véase la actitud francesa sobre el gaseoducto para no ceder poder energético a España— con intereses económicos particulares, sin unificar estrategias de acceso a los recursos solidariamente en defensa del Estado del bienestar y dejar de aspirar al modelo de bienestar benéfico asistencial de privilegios individuales de Estados Unidos. “¿Izquierda o derecha? Eso ya me cansa. Tu tira pálante que eso es lo que importa ya”, expresa en una de sus canciones el grupo de pop Karavana como expresión de los sentimientos y realidad de las personas jóvenes. No buscan alternativa al futuro sino satisfacer el corto plazo, no ven el futuro que afirma la democracia, solo un presente continuo. ¿Habrá quien sepa escuchar?

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