Antes de Navidad

    14 dic 2023 / 09:58 H.
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    La noche comenzaba a disiparse paulatinamente, su oscura sombra iba alejándose como un leve velo de tul. Las estrellas y luceros también comenzaban a desaparecer del cielo, como si se desvanecieran o se borraran poco a poco. Los minutos pasaban y el crepúsculo dejaba ver ya los colores más bellos: azules, morados, naranjas y rojos sobre el firmamento. La luz comenzaba a dejarse ver, el cielo permanecía sin nubes y esto favorecía poder disfrutar de una bella experiencia visual.

    Entre las sombras, la luz llega para dejarnos ver lo bello de la vida. Nuestros ojos se posan sobre el amarillo ocre de una hoja de otoño, el pétalo cubierto de rocío de una rosa roja, el charquito de agua de lluvia donde duerme una estrella o la sonrisa de un niño feliz que acaricia tu mano. En la vieja espadaña la luz se posaba suavemente y acariciaba las campanas con su brillante reflejo. Una verde corona de ramas de pino formaba un arco bajo el que la figura de María aparecía en oración, mientras un ángel se arrodillaba junto a ella.

    Ella estaba a la espera, su corazón latía con sones de esperanza y la armonía dibujaba en sus ojos la ternura y en sus labios una sonrisa florecía levemente como una rosa que acabara de abrir sus pétalos. El silencio sólo era roto por el crepitar de unas velas moradas que ardían suavemente y dibujaban sombras y luces en el altar donde estaba representada la escena.

    Y oraba María llena de confianza, en su alma la alegría brotaba como un suave manantial y podía verse en sus oscuros ojos y en su mirada limpia y serena. La luz se derramaba sobre ella como un beso del sol sobre su manto y dejaba ver su rostro iluminado en la semioscuridad. Un perfume dulce y agradable nacía leve y suavemente recorriendo el lugar sin prisas, como si de un frasco quisiera escaparse y volar impregnando todo el entorno con su aroma.

    María meditando se dejaba adentrar en lo profundo, el silencio conducía sus pasos y la llevaba de la mano, mientras la luz nacía en su interior. La experiencia de Dios le hacía sentir la confianza, la verdad, la paz, la gracia... Y en el aquel silencio azul se advertía un poema, no cualquiera, era la rima más dulce y bella que dejaba sentir el amor y la paz, cuatro semanas antes de Navidad.

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