Año nuevo en Jaén

    10 ene 2024 / 10:03 H.
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    En los primeros días de cada año, como siempre, el ciudadano Martínez, jiennense con buzón y salario, se atrinchera en su silencio de veleta sin vientos porque sabe, cree saber, quizás intuya, que el tiempo por llegar no le va a deparar nada nuevo que esté al alcance de su mano, ni tan siquiera nada viejo que quiera recordar. Este vecino que tiene los pasos contados en Jaén, mira las calles y las gentes con los ojos del extrañamiento, buscando un lugar de reencuentros y algún pesebre sin bestias. Por suerte o por desgracia, este lagarto Martínez, vencido, encogido y anónimo, nunca hace nada que pueda dañar o alterar el entorno de la guarida que le da cobijo, pero conoce desde su mansedumbre que los voceros son muchos, y curtidos en la soberbia, y muchos los fantasmas sin leyenda, y tantos y más los que arrastran sus cadenas de rutinas ciegas. El camino que lleva a Jaén baja hasta el valle que la soledad cubrió, un bonito villancico que deberíamos cantar por lo menos hasta el mes de julio en este Jaén que nos procura la magia de sus paisajes, los rincones amables de la buena gente y siempre la mirada de aquellos que conocen que viven en una tierra de paso y por eso son sabios y callados.

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