Amigos siempre
Cuando se quiere dar a entender que se conoce a alguien desde hace mucho tiempo, se suele decir aquello de “a ese lo conozco yo desde que nació”. Pues a veces es verdad. Yo puedo decirlo de varios amigos a los que conozco desde casi el mismo instante en que vinieron al mundo. Por ejemplo, mi amigo Félix Hidalgo Sutil, que nació hace 65 años —cuando yo tenía 12— justo una casa más arriba de la que yo vivía, en aquellos tiempos, en la calle Arrastradero.
Y recuerdo perfectamente a aquel niño menudo, rubio, de ojos azules, hijo de Juan Manuel y Dulce, una mujer trabajadora, sufrida y que hacía honor a su nombre al tratar con la vecindad, especialmente con los niños. Ya ven, y aquel niño ya se ha jubilado de la vida laboral. Es cierto que yo, cuatro años después, dejé la calle Arrastradero para vivir en Peñamefécit, pero Félix continuó allí, junto a nuestra Alameda, hasta que se casó. La distancia hizo que nos viéramos menos, aunque pasado un tiempo yo podía verle en el viejo Estadio de la Victoria, jugando en aquel Jaén Deportivo que nació por las divergencias de ciertos directivos con el entonces presidente del Real Jaén y que motivó que el inolvidable Antoñete dejara por unos pocos años de ser el entrenador de los juveniles, para hacerse cargo de este club creado por Blas y Juan Quesada, hace más de 40 años. Un equipo que compitió en categoría amateur y que realizó buenas campañas. En sus filas estuvo mi amigo Félix junto a otros amigos, como Rafa Huertas, Susi, Nano, Quique, Lolo, Eduardo Sosa incluso, después, Ignacio, Carrillo, Manolo Rueda, Cuadros y hasta Manolo Haro. Cuando Félix tuvo la oportunidad de tener un buen trabajo fuera de Jaén, se vio obligado a dejar el fútbol, donde demostró técnica y muy buenas maneras.
Hace casi 30 años que se estableció en nuestra ciudad, abriendo Comercial Macavi, un establecimiento de electrodomésticos y menaje, que ahora llevan sus hijos. Porque él se casó con María Cantero y tiene tres hijos —Ana María, Francisco Aitor y Juan Alberto— y tres nietos.
Félix ya se ha quedado en la reserva, aunque calienta dando un largo paseo cada día por las calles altas de la ciudad. Alguna vez nos encontramos y florece la amistad de siempre, porque la buena amistad no se marchita cuando las raíces son fuertes.