Alma, locura, sueños

Uno tiene momentos de ternura por estas fechas, quizá dejado llevar por esas sonrisas en la cara de los niños y las de sus abuelos observándolos. Yo me he autorregalado libros, puede que para martillear mi mente y que no se queden oxidadas las neuronas, ningún lubricante es más efectivo que las palabras, y de palabras están los libros llenos. Como no puedo regalar todo lo que quisiera sí que pediría un deseo, que se imponga el alma a la usura, que los malhechores se frenaran en seco ante el miedo al avance de los buenos propósitos, que el movimiento social impere dando paso a nuevos tiempos, nuevos escenarios más amables y que quienes solo pretenden asentarse en la negación del todo se den cuenta del peligro que corren, terminarán por negarse a sí mismos. Ojalá nos diésemos cuenta que la locura, la búsqueda constante de la utopía, la necesidad vital de ser solidarios es una senda nada desdeñable. Decía el gran Saramago en su Ensayo sobre la ceguera “una persona empieza por ceder en las pequeñas cosas y acaba por perder todo el sentido de la vida.” No cedamos, soñemos.