Algo se aprende

13 ene 2020 / 09:02 H.
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Nunca me ha gustado sacar el pecho por nada y menos puedo hacerlo ahora con esta crisis respiratoria que me viene limitando desde hace tres meses. Pero cuando se han vivido tantos años, 60 ya, muy cerca de presidentes, directivos, entrenadores y jugadores del Real Jaén, algo se aprende, especialmente de los técnicos. Y desde que profesionalmente conocí al primero, Pepe Millán, allá en la temporada 1961-62, he tenido no sólo contactos casi diarios sino una excelente amistad con casi todos ellos. Llegaron después, cronológicamente, Manolo Doménech, Paquirrini, Otto Bumbel, Santiago Núñez, Eusebio Ríos, Manolo Ruiz Sosa, Pedro Eguiluz, Martín Vences, José Caeiro, Jaco Zafrani, Pepe Peñalver, Antonio Vega, Pedrito, Lalo, Neme y Juan Manuel Tartilán. A partir de ahí, la prensa del Movimiento desapareció y yo pasé a la Administración. Entre medio hubo algunos más, como Angel Zubieta, Roberto Gil y Carmelo Cedrún, con los que apenas tuve un par de conversaciones porque sus conceptos sobre lo que necesitaba el Real Jaén no coincidían demasiado con los míos, y un cuarto cuyo nombre no quiero ni recordar porque no se lo merece. Pelillos a la mar. Lo que importa es lo positivo y sin duda los más importantes para mí fueron Eusebio Ríos y Manolo Ruiz Sosa, por la larga y entrañable amistad y sus formas de entender el fútbol, sin olvidar la experiencia internacional del brasileño Otto Bumbel con quien tantas conversaciones futbolísticas y de experiencias de la vida mantuve en el desaparecido restaurante Montemar. Han pasado muchos años y de algunos de estos técnicos que he mencionado hace algún tiempo que no sé nada; otros, casi la mayoría, fallecieron. Se dice que nadie muere para siempre mientras exista alguien que le recuerde y yo mantengo la costumbre de seguir llamando de vez en cuando a sus familiares para que sepan que aquí, en Jaén, se les recuerda con cariño y agradecimiento. Hace cuatro días hablé con Petri, viuda de Eusebio Ríos, quien desde su casa en Portugalete me decía que ella, sus hijos y sus nietos estaban bien. Y, muy contenta, me dijo que con ocasión del partido de Copa del Rey, que el sábado se celebró en Baracaldo ante el Betis, se le ofrecería un homenaje póstumo a su marido. El Betis fue el club donde Ríos triunfó como jugador y el Baracaldo el equipo que entrenaba cuando le llegó súbitamente la muerte hace 13 años.

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