¿Algo para leer?

Los lunes, los martes, los miércoles, los jueves y los viernes me dicen que ellos tienen que trabajar. El sábado es el comodín que uso para descansar o viajar. El domingo es para masticar y pensar los titulares del periódico y si abre el supermercado hago la compra. Hace más de diez domingos me crucé por la calle con un señor mayor que llevaba un andador. Una amiga me contó que le regaló uno a su abuela y que en la etiqueta lo denominaba: “caminante plegable”. Aquel señor mayor rebuscaba dentro de una papelera. Recordé que justo antes en el supermercado otro señor estaba intentando comprar una sola lata de cerveza con una tarjeta. El dependiente le había dicho ¡esta tarjeta no sirve! Y se fue sin más. Escuché al dependiente murmurar, esta vez es la de una bolera. ¿Tendría que haberle invitado? Me giré ante el señor con el andador. ¿Necesita algo? Como si yo pudiera responder. ¿Algo para leer? me preguntó. Apoyé la bolsa de la compra en el suelo, y entre el pisto que caducaba en ocho meses y unas latas de sardinillas picantes que lo harían en años, saqué el periódico y se lo dejé en la bandeja de su andador, de su “caminante plegable”. Sentí vergüenza y sentí alegría. ¿Algo para leer?