Algo funciona bien
Gracias a Dios las cosas no son así. Es verdad que nos rodean muchas miserias, muchas lacras, innumerables testimonios condenables que hacen que la vida sea muy complicada para millones de personas. Pero afortunadamente también existen, aunque tal vez no en la cantidad suficiente y deseable, la solidaridad, la honestidad, la justicia, la sensatez y otras virtudes que, no sin esfuerzo, consiguen que aún haya un pequeño hueco para la esperanza. Si las cosas fuesen como dijo la exconcejal del Ayuntamiento de Valencia María José Alcón a su hijo y “en este país lo único que funciona bien es la corrupción”, estaríamos condenados al exterminio, víctimas de esos desalmados que se han enriquecido y los que siguen pensando en enriquecerse a costa del dinero de todos.
Podría suponerse que esta exedil del Partido Popular valenciano piensa así porque es lo que ha estado viendo y viviendo durante estos últimos años. Afortunadamente no es así. Hay gentes honradas fuera de su partido y también dentro de su propio partido. Pero ella, y otros como ella, parece que solo se fijó en el ejemplo de los que no lo eran. Es más fácil ese camino. Y precisamente ella no tuvo buena influencia en ninguno de los dos maridos que ha tenido. El primero, Vicente Burgos, fue a prisión por corruptelas políticas y el segundo y actual, Alfonso Grau, ex vice alcalde del Ayuntamiento de Valencia, también está imputado por varios delitos. Posiblemente no tuvo cerca un espejo limpio donde mirarse y tampoco parece pretender que su hijo tenga una altura limpia de miras de futuro cuando le imbuye en el cerebro que lo único que funciona bien en este país es la corrupción.
No es nada nuevo saber que el delito, la trampa, el engaño, la corrupción son el camino más corto para hacerse rico. Hacer el mal es tan mezquino que solo sirve para hacerse rico. Ser más sabio, más íntegro, más humano ya exige otros esfuerzos que demandan mayores sacrificios y no producen tan ventajosos, rápidos y al mismo tiempo inconfesables beneficios. No dejo de pensar en esas miles de personas sin conciencia que figuran en las listas de evasores de capital, acumulado muchas veces de manera indecente. Gentes —no personas— que con su ambición desmedida provocan la desigualdad que tiene a millones de personas sumidas en la miseria en todo el mundo.