Al otro lado

27 dic 2023 / 07:29 H.
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Aveces podemos tener la tentación de imaginarnos viviendo al otro lado del muro. Como si el bombo de lotería del destino diera un extraño giro y nos reubicase en un entorno hostil, más allá de nuestra cómoda indiferencia occidental. Estamos en el lado bueno del muro de la violencia. Pero, ¿qué pasaría si nos tocara el décimo que conduce al lugar al que no llegan los mensajes de “paz en la tierra para los hombres y para las mujeres de buena voluntad”? Ahora, en tiempos navideños, podemos tener la tentación de imaginarnos sintiendo una experiencia muy especial. En las principales agencias de viajes ofrecen este inmersivo producto, apto solo para los espíritus muy apasionados.

Si nos decidimos a contratar la versión más extrema, nos encontraremos en un lugar en el que la palabra “humanidad” ha sido despojada de su significado e incluso desterrada del diccionario, mientras que la palabra “venganza” resplandece en letras de oro en la portada de todos los manuales. Y es que “armar el Belén” tiene este año implicaciones sociopolíticas de primer orden. Pero no nos importa porque vamos a envolver la realidad en papel de colores, porque estamos de celebración.

En el telediario echan todas las noches una serie muy buena. Es de guerras y de miedo, y yo no me pierdo ni un capítulo. He dejado de ver películas de zombis, y tampoco me interesa ya la serie de Ucrania, porque en Israel hay unos guionistas más imaginativos, y los decorados de Gaza son realistas y espectaculares. Además todo transcurre en Navidad, por lo que el éxito, en estas fechas, está asegurado. Y es que, si nos asomamos a la cueva en miniatura del pequeño nacimiento que decora nuestras casas, descubriremos que al otro lado del Belén suceden cosas impactantes. Este año debemos tapar las luces del árbol si escuchamos aviones cerca volando bajo, buscando familias felices a las que iluminar con intensidad. Ojalá el ruido de los villancicos tape el sonido de las bombas. Las zambombas explotan en nuestras conciencias y ni siquiera los turrones pueden endulzar el sabor a miel, el sabor a hiel.

Nos disfrazamos de Papa Noel gritando eslóganes publicitarios para arengar a las tropas. Cantemos todos “Belén, campanas de Belén”. Nuestro himno es un villancico y nuestra bandera es una estrella. Son los símbolos que nos guían en estas fechas entrañables. Las campanas de Belén suenan para anunciar bombardeos. Hay que correr al refugio, pero debemos hacerlo con cuidado, las calles están saturadas de gente que hace las compras de última hora.

Noche de paz, noche de amor. Y las familias abrazándose con emoción, tras los fuegos artificiales, al encontrar bajo los escombros los restos de los suyos. Brindemos todos juntos, emborrachémonos de odio, y salgamos a compartir nuestro dolor con los del otro lado del muro. Ya suenan las campanadas y después los petardos, unámonos para posar, que nuestra foto estará en las páginas de sucesos de la prensa mundial.

Anoche un soldado con una gran barba blanca se coló por la chimenea. Iba vestido de rojo y nos regaló balas para toda la familia. Yo escribí ya una carta a los Reyes Magos, en ella les pedí algo que sirviera para olvidar. Ellos irrumpen, esta noche, con los camellos cargados de metralla, comen nuestro pan, beben nuestra agua y se van.

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