Al final fue un Microbús

    06 feb 2025 / 09:00 H.
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    El fiasco de la semana pasada que malogró la convalidación del Decreto Ómnibus me hizo dejar lo escrito, que retomo hoy. Aquello fue un fracaso político y ahora, al segundo intento para salvar los muebles, considero necesario hacer ver la perversión de esta técnica legislativa que atenta contra la seguridad jurídica, convierte la función de hacer leyes en el peor de los mercadeos y evidencia el déficit democrático que sufrimos —¡si Alonso Martínez levantara la cabeza!—. Legislan a trompicones, en cualquier ley meten cualquier cosa venga o no a cuento para satisfacer intereses casi siempre espurios. Esto eclosiona con las prisas del cambio de año, amontonan materias en un bodrio que dieron en llamar ley Ómnibus y que fue un parche para sortear las objeciones del Constitucional, separándola de la ley presupuestaria. Hoy, con todo descaro y sin siquiera presupuesto que acompañar, la hace el Gobierno por Decreto, que ha de ser convalidado y ganan tiempo. Esta vez, por azar, el atropello no logró el apoyo de los socios y les vino bien para criticar a la oposición, porque el Parlamento ahora no hace leyes sino política rabiosamente partidaria y la aritmética —salvo sorpresas— hace el resto.



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