Ahogados en la orilla

    23 may 2020 / 09:59 H.
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    Rotos los precintos de la esperada nueva normalidad, casi a destiempo en calzoncillos y sin licencia facultativa, entramos a saco en la fase más difícil de la desescalada, la del “yo, mí, me, conmigo”. Es la que viene justo después de alcanzar el pico, tomando la curva de la rotonda saliendo por la derecha. Va cuesta abajo en aceleración del cero y medio al uno, y gilipollas el último. Ansiosos por recuperar el cielo azul que durante unas semanas devolvimos a su espacio y aún con la salud en manos de la incertidumbre, volvemos al planeta tierra con más ganas que nunca, a gestionar y seguir haciendo caja. Se acabó el confinamiento, las palmas y la poesía, llegó el comandante y mandó seguir. Con menos vergüenza que miedo pisamos nuevamente las calles olvidando los muertos, y cambiando saludos por gestos medimos la arena de la playa con guita, las zonas verdes con circulitos y vamos de la caña al tercio. Todo parece nuevo, pero funciona igual. Si no fuera por la mascarilla que gestiona lo que debes respirar y oculta el rostro. Es la auténtica novedad de estos tiempos, volver a mirarnos a los ojos cuando hablamos.

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